Canto yo y la montaña baila (Irene Solà)

 La primera vez que oí hablar de este libro fue en el podcast Neo Nostromo, y me picó la curiosidad, porque sonaba un poco a fábula. La portada también da esa impresión, a mi parecer. Así que, cuando me surgió la posibilidad de leerlo (bueno, de escucharlo en formato audiolibro), no me lo pensé demasiado.

SINOPSIS:

Primero llegan la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Luego, Dolceta, que no puede parar de reír mientras cuenta las historias de las cuatro mujeres a las que colgaron por brujas. Sió, que tiene que criar sola a Mia e Hilari ahí arriba en Matavaques. Y las trompetas de los muertos, que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.

Canto yo y la montaña baila es una novela en la que toman la palabra mujeres y hombres, fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos. Una zona de alta montaña y de frontera que, más allá de la leyenda, conserva la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones guiadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero que encarna también una belleza a la que no le hacen falta muchos adjetivos. Un terreno fértil para liberar la imaginación y el pensamiento, las ganas de hablar y de contar historias. Un lugar, quizás, para empezar de nuevo y encontrar cierta redención.

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La verdad es que es un libro original e interesante, y bastante intenso. Aunque también tiene un estilo que no es para mí, poético de un modo rústico, incluso agresivo en ocasiones. 

Cuenta la historia de dos generaciones de una familia en un pueblecito perdido del Pirineo catalán, que comienza con la muerte de Domènec, el padre, partido por un rayo.  El narrador va cambiando a lo largo de la historia, y se van alternando seres humanos, brujas, espíritus, animales, plantas y hasta la lluvia, a la hora de mostrar su perspectiva de la misma. Habitantes de una montaña que es casi el verdadero protagonista de la novela, porque todo gira en torno a ella. 

A través de los años, vemos como la desgracia se ceba con los habitantes de esa familia y esa montaña. El lenguaje es chocante en algunos momentos, por la dureza con la que se expresan algunos personajes. Y toda la narración tiene un aire a posguerra, a sacrificio y a resignación, aunque la montaña es más que el hilo conductor: es lo que da sentido a la vida y a la muerte de algunos de esos personajes, porque es donde pertenecen. 

No soy nada aficionada a la poesía y, aunque tenía curiosidad por saber en qué terminaría, cómo se cerraría el círculo, me ha costado un poco, y me habría costado más aún si hubiera tenido que leerlo en lugar de escucharlo (la voz de la narradora la verdad es que es potente, descarnada y perfecta para la novela). 

Si os gusta la poesía y las historias con un toque místico o fantástico, como de leyendas rurales, o fábulas oscuras, quizás deberíais animaros a darle una oportunidad. Apuesto a que os sorprenderá.