viernes, 2 de abril de 2021

Sí, mi Reina - Capítulo 1

Estoy ultimando los detalles para la publicación de la que será la segunda novela de la Serie Gaia, tras La Princesa de la Luna. Lleva por título Sí, mi Reina, y tiene como protagonistas a la reina Serena y a Denis, el capitán de su guardia. 
Al igual que La Princesa de la Luna, es una  novela autoconclusiva, si bien es recomendable leerla a continuación de la anterior, para comprender mejor la historia y seguir el hilo natural de la serie.
Esta es la preciosa portada que le ha hecho Imagina Designs:



¿Le echáis un vistazo? ¿Me dejáis vuestra opinión? Estoy deseando conocerla. 

* * *

CAPÍTULO 1.

Un grito desgarrador cruzó el aire y, apenas un instante después, la puerta de la habitación se abrió de par en par. Nina entró corriendo, asustada.

—¿Estás bien, mi Señora?

La reina Serena, sentada en la cama, empapada en sudor y con el pelo revuelto y pegado a las mejillas, trataba de recuperar el aliento. Se pasó la mano por la frente y suspiró.

—Solo ha sido otra pesadilla. ¿He gritado muy alto?

Su dama la miró con comprensión y calidez, y le ofreció un poco de agua.

—No, Señora. No más que otras veces, pero ya sabes que tengo el oído muy fino.

El pesar se reflejó en el rostro de Serena.

—Espero no haber despertado a Josh.

—Mi hijo duerme como un tronco, no tienes que preocuparte por eso. En realidad no creo que nadie más que yo se haya despertado.

La reina tomó un sorbo de agua, que le bajó por la garganta sin aliviar la sensación de sed. Tenía la boca tan seca que no lo remediaría ni bebiéndose todo el lago. Tragó con dificultad y se pasó la lengua por los labios, que sentía calientes y agrietados, casi como la tierra desértica que había más allá de las montañas del sur.

—Siento haberte molestado, Nina. Ya estoy mejor, gracias.

Nina asintió con la cabeza, aunque sin ningún convencimiento. La reina distaba mucho de estar bien, y no era la única que se había dado cuenta de ello. Las pesadillas se repetían con demasiada frecuencia, y aquello ocurría desde hacía tanto tiempo que no entendía cómo podía soportarlo sin volverse loca.

Había temporadas en que la situación mejoraba un poco, como cuando Lena había regresado y su tira y afloja con su madre por causa del helio le había causado a esta tantos quebraderos de cabeza que ocupaba incluso sus sueños. Al menos así, el problema con su hija había sustituido durante un tiempo a su otro problema, el que realmente le quitaba el sueño.

Nina sabía cuál era, y la reina también. Todos lo sabían. El problema eran unos recuerdos tan dolorosos que le impedían descansar desde hacía años y se mantenían tan vívidos que cada noche, cuando se despertaba, parecía que todo hubiera ocurrido apenas ayer.

Maldita memoria selena. Si al menos le sirviera para taparlos podría resultarle de utilidad. Pero no, no le servía. Durante años había tratado de recurrir a sus buenos recuerdos, a sus recuerdos de su marido, para borrar esos sueños aterradores. Sin embargo, las malditas pesadillas no cedían, más bien al contrario. Estaban terminando por emborronar el recuerdo de Seth, que cada vez parecía más débil.

 

Aquella noche horrenda que tan bien recordaba iban a celebrar la fiesta del fuego, como de costumbre. Sabían que había habido incursiones de helios en la zona, pero no se habían preocupado en exceso. Habían pensado que no serían más que simples bandidos, que no se atreverían a acercarse a la villa, y menos aún al castillo.

Cuando se empezaron a encender hogueras en la lejanía nadie notó nada raro, salvo quizás Serena, cuya energía se resintió de alguna manera. Algo no iba del todo bien. Al principio pensó que era algún tipo de añoranza por Marcus, que estaba visitando a su abuelo Kiefer, pero enseguida se dio cuenta de que no se trataba de eso. Tan pronto como las hogueras empezaron a proliferar.

No eran hogueras. Los helios los atacaban y estaban incendiando casas, granjas y graneros en todas direcciones. Se acercaban a la villa, y al castillo.

Su madre, Alana, había entrado corriendo en su habitación, con la angustia reflejada en su amable rostro surcado de arrugas.

—¡Vienen a por nosotros, Serena!

—Lo sé. Seth acaba de salir a organizar a la guardia.

La guardia consistía en poco más que quince o veinte hombres, cuya preparación era en realidad muy básica. Alguna vez se las habían tenido que ver con ladrones o bandidos que entraban en sus tierras y robaban o intimidaban a algún campesino, pero poco más. No estaban adiestrados para la guerra, ni sabían apenas nada de tácticas defensivas. Los Antiguos no les habían dado ese conocimiento porque no estaba previsto que los humanos hibridados lucharan entre ellos, ya que se entendían sin problemas. El problema eran los helios, y como los selenos no tenían ese conocimiento de manera innata y no se habían entrenado convenientemente, serían una presa fácil. Serena lo había intuido desde el principio.

—Me voy a llevar a las niñas al bosque. Espero que no sea necesario, pero si nos acorralan abriré un portal y las enviaré a la Tierra.

Cada vez que recordaba aquella parte sus ojos se llenaban de lágrimas. Se había despedido de sus hijas prometiéndoles que todo se arreglaría y volverían a reunirse. Las había besado y abrazado, y había puesto en su madre todas sus esperanzas.

Los soldados habían llegado al castillo poco después de que la sacerdotisa huyera con las dos pequeñas. Habían tirado la primera puerta abajo sin mayores problemas. Los hombres habían luchado en el patio contra demasiados enemigos como para tener alguna posibilidad, mientras la aldea era sistemáticamente arrasada por más helios. Muchos más de los que nunca podrían haber imaginado que llegarían.

Serena estaba encerrada en la torre y había contemplado con horror la entrada de sus enemigos y la lucha desigual. Seth se había enfrentado a uno, a dos a la vez, y entonces un hombre de aspecto brutal y pelo entrecano lo había atacado por la espalda, golpeándolo con dureza en un costado. Cuando su marido se había doblado sobre sí mismo, había alzado de nuevo su espada para dar el golpe mortal.

Y ella había visto la rubia cabeza de Seth rodar por el suelo del patio.

Todavía le entraban náuseas al recordarlo.

Después los soldados habían entrado en la torre. Algunas mujeres habían conseguido esconderse, pero ella no había tenido suerte. La reina era un premio demasiado valioso y habían ido a por ella desde el primer momento.

Por lo menos, había sentido el portal, y había sabido que sus hijas estaban a salvo, aunque fuera lejos de todo lo que habían conocido hasta entonces. Su madre se había comunicado con ella un instante antes de que los soldados llegaran también al bosque, y de pronto la energía en estado casi puro y en forma de dolor intenso había empujado desde el interior de su alma atravesando cada poro de su piel, hasta el punto de que el soldado que acababa de capturarla la soltó con un grito.

—¡Ay! ¡Zorra, me has dado calambre!

La abofeteó con fuerza antes de sujetarla de nuevo y sacarla a rastras de la torre. Serena dejó ir una lágrima solitaria al sentir la certeza de que su madre estaba muerta y ella era la nueva sacerdotisa.

 

Los helios habían destruido la mitad de la aldea. Habían matado a muchos de los hombres, y otros muchos estaban heridos. Algunas mujeres consiguieron escapar y ocultarse en el bosque o en las granjas más alejadas, pero otras fueron capturadas, como ella. Los helios no estaban interesados en una gran cantidad de esclavas, su prioridad era llevarse provisiones y bienes de vuelta a su tierra, de modo que habían dejado unos pocos hombres a cargo del castillo y encerrado a los selenos que pudieran suponer alguna amenaza: los jóvenes y los pocos hombres adultos que sobrevivieron al ataque. Algunas esclavas viajaron con ellos a Helios, Serena entre ellas. No fue la única jefa de clan capturada, aunque por ejemplo la madre de Iria se había salvado porque estaba de viaje en Proteo con la mayor parte de su familia. Otras habían muerto. Los helios invasores pertenecían a diferentes clanes que, por una vez, se habían organizado para repartirse los territorios y el botín. Ella acabó en un clan de los más alejados vendida como esclava. Allí la había comprado el hijo mayor del jefe, Malcolm.

Serena cerró los ojos con fuerza tratando de ahuyentar los dolorosos recuerdos, pero acabó desistiendo de intentar dormir. Si se quedaba en la cama la angustia la ahogaría. El sol comenzaría a asomar por detrás de las colinas en apenas un rato, de modo que optó por levantarse. Abrió un arcón y sacó su espada. Practicar siempre la relajaba, así que se puso un vestido viejo y cómodo y comenzó con su rutina habitual: la mirada fija al frente, las dos manos empuñando el arma con firmeza y movimientos controlados y armoniosos. La espada no era pesada, pero al cabo de un rato sus brazos empezaron a acusar el ejercicio y su frente se perló de gotitas de sudor. Aun así, no se detuvo. Solo cuando el movimiento en el patio y el ruido en el pasillo le indicaron que el resto de la gente había empezado también a levantarse dio por concluida la sesión de entrenamiento.

Se aseó y se cambió de ropa para bajar a desayunar. Se miró en el espejo antes de salir, y negó con la cabeza al ser consciente de las ojeras y los ojos cansados. Casi todos los días se levantaba con esa cara, así que al menos nadie se sorprendería.

Cuando llegó al comedor, Jana y Marcus estaban ya sentados a la mesa comiendo con apetito.

—Buenos días —los saludó mientras se acercaba—. Os habéis levantado temprano.

—Hoy empiezan las reparaciones en la escuela —le recordó Marcus—. Vamos a echar una mano. Bueno, en realidad Jana supongo que va a mangonear.

—Idiota —murmuró su hermana con gesto burlón—. No encontrarías los agujeros en el tejado ni aunque metieras la cabeza por ellos.

La reina sonrió y se sentó. Judy llegaba de la cocina en ese momento con una bandeja, de la que le sirvió un poco de pan y algo de fruta. Leo entró en el salón desde el patio, acompañado por Denis.

—Buenos días —dijeron al unísono. Marcus se volvió hacia su amigo.

—¿Al final también te vienes, Leo?

—Espero que sí, los caballos están atendidos, y de todas formas había pensado en pedirle a Nadir que se quede a cargo de las cuadras por un rato. Ella no será muy útil en la obra de la escuela, pero mis pequeños la adoran.

Jana iba a protestar cuando se oyó la voz de Nadir desde las escaleras.

—Gracias por considerar que no soy una completa inútil, Leo.

Cuando entró en el salón sus ojos azules echaban chispas. Leo se disculpó solo a medias:

—Bueno, entiéndeme, no tienes bastante fuerza para mover tablones y dudo que hayas visto una obra selena en tu vida. Pretendemos que la escuela aguante las tormentas en invierno.

—Leo, basta.

Fue la voz de Lena la que interrumpió a Leo. Había bajado con Jay casi inmediatamente después que Nadir. Su marido llevaba en brazos a la pequeña Alana, pero Dunia enseguida apareció para coger a la niña y permitirles desayunar tranquilos mientras ella la mimaba.

Jay contuvo la sonrisa. Su princesa tenía una autoridad indiscutible, aquel tono de voz no admitía réplica.

Leo se mordió la lengua y respiró hondo antes de darse por vencido y disculparse en serio.

—Lo siento, Nadir, no pretendía ofenderte. ¿Te quedarías a cargo de los caballos para que yo pueda ayudar en la obra?

—¿Mi tacto y mi inteligencia emocional para que tú puedas alardear de tu fuerza bruta? —preguntó ella provocándolo a su vez—. En fin, supongo que después de todo te hago un favor.

—¿No creéis que ya está bien de niñerías? —intervino por fin Serena. Las pullas cesaron de inmediato y todos se centraron en el desayuno. Denis se sentó junto a ella, como era su costumbre, y empezó a servirse de la bandeja.

—No tienes buena cara, mi Señora.

—Gracias, Denis.

—Lo digo en serio —protestó él observándola con preocupación.

—Sabes que no duermo bien.

Por supuesto, Denis lo sabía. Y odiaba encontrarse cada mañana aquellas ojeras y aquellos ojos enrojecidos. Apenas podía recordar una docena de mañanas en las que la reina se hubiera levantado descansada y sonriente en todos los años que él llevaba en el castillo. Y eran ya más de diez.

Denis provenía del clan vecino, y había perdido a casi toda su familia en la guerra. Aunque sus padres eran granjeros, él había querido ser parte de la guardia tan pronto como empezaron los primeros ataques helios. Su madre se negó en redondo, y su esposa, Miriam, también. No se atrevió a enfrentarse a ambas, y siguió trabajando en la granja incluso cuando la amenaza de guerra era patente. Entonces fue cuando Miriam decidió marcharse. Había recibido noticias de su madre y su hermana, que vivían en Eolo y temían por ella, y accedió a ir a visitarlas, ya que su hermana estaba embarazada. Aquella fue la penúltima vez que Denis vio a su mujer. Tardaron siete años en reencontrarse, después de acabar la guerra.

Había conseguido que su granja se mantuviera a salvo durante algún tiempo, porque estaba alejada del pueblo, pero finalmente los helios la atacaron. Sus padres y su hermano menor murieron, y él se quedó atrapado entre los escombros de la que había sido su casa mientras los asaltantes lo daban por muerto. Incendiaron casi todo a su alrededor, estuvo cerca de asfixiarse, pero sobrevivió.

Mientras se recuperaba, no hacía más que lamentar con toda su alma no haberse preparado para defender lo suyo antes de permitir que se lo arrebataran. No tardó en unirse a los soldados selenos y de inmediato se puso a disposición de su jefa de clan, la madre de Iria. Toda la familia había tenido la suerte de estar de viaje al comenzar el asalto a la villa, y se había ocultado en los bosques cuando fue posible regresar. En apenas unos meses, los selenos estuvieron en disposición de combatir a los pocos helios que campaban a sus anchas por sus tierras, y los expulsaron. Recuperaron la villa, el castillo y todo lo demás. Ayudaron a los clanes vecinos a expulsar igualmente a los invasores. Pronto se supo que la reina Serena había conseguido regresar de su cautiverio y expulsar también a los helios de sus tierras, y las relaciones entre todos los clanes selenos no tardaron en restablecerse y hacerse más fuertes que nunca. Los helios no encontraron ya fisuras por donde colarse, ni debilidad en sus enemigos naturales. Como tampoco contaban con el factor sorpresa, los ataques se fueron espaciando y, por fin, después de años de hostilidades, los helios aceptaron un armisticio.

Fue entonces cuando Denis decidió viajar a Eolo. Había tratado de escribir a su esposa, a la familia de esta, e incluso a su jefe de clan, pero no había obtenido respuesta. Solía ser la guardia de cada clan la que se encargaba de llevar correo de unos jefes a otros, pero las cartas que Iria supuestamente había hecho llegar a la familia de Miriam, nunca habían recibido respuesta. Al final, el jefe del clan donde vivía su esposa había respondido que las cartas habían sido entregadas, y ese fue el detonante para que Denis decidiera ir a buscarla. Durante mucho tiempo temió que hubiera muerto, pero al final su miedo fue otro: el de que simplemente lo hubiera olvidado.

Se presentó en su casa sin previo aviso, y esa sí fue la última vez que la vio. Un niño pequeño correteaba por el patio, y Miriam salió a buscarlo. Se le congeló la sonrisa al ver a Denis.

Solo pudo ofrecerle excusas vanas, como que lo había dado por muerto, aunque nunca se molestó en comprobar si había sido así. Encontró a otro hombre y lo sustituyó sin más, de modo que tenía un nuevo marido y un hijo pequeño. Una nueva vida.

Denis regresó a Selene y continuó en el ejército por un tiempo. Hasta que en una visita que la reina Serena hizo a su vecina y amiga, la oyó comentar que necesitaba reforzar su guardia, admirando lo bien entrenados que estaban los soldados de Iria, entre los que se contaba él mismo. En la primera ocasión que tuvo, se presentó ante su señora para pedirle que lo recomendara para irse al clan Bryne. Él necesitaba un cambio de aires y un nuevo comienzo, y la reina necesitaba un soldado cualificado. Los dos salieron ganando.

En apenas unos meses estuvo al frente de la guardia y se convirtió en la mano derecha de la reina. La admiraba como nunca había admirado a una mujer. Era inteligente, tenaz y fuerte. Adoraba a sus hijos y había sido capaz de superar las mayores desgracias y levantarse de nuevo. Había reunido a su familia y había hecho de Selene un reino fuerte y próspero, una vez más. Era generosa, trabajadora y cariñosa. Todos la respetaban y rara vez utilizaba su poder para nada más que para mantener el orden. Aunque eso sí, tenía que hacerlo a menudo, porque en aquella casa había demasiados jóvenes con las hormonas revolucionadas, que se pasaban el tiempo provocándose unos a otros.

Solo la había visto perder el control con Jay, el helio que había venido con su hija menor. Denis se había sentido realmente desconcertado y hasta un poco decepcionado por la forma en que ella había reaccionado con aquel hombre, al que odiaba solo por ser helio, presuponiendo que era capaz de lo peor sin molestarse en comprobarlo. A Denis, Jay no le había parecido un hombre cruel ni peligroso de por sí, y no entendía que la reina se obstinara tanto en apartarlo de la princesa. Aunque sabía que Serena había sufrido la esclavitud y que su experiencia en Helios había sido terrible, ella no hablaba nunca de eso, de modo que él solo tenía conjeturas al respecto. Debía de haberlo pasado realmente mal, y pensar que su hija hubiera corrido la misma suerte conseguía sacar lo peor de ella.

Por lo demás, el helio era posesivo con la princesa, pero protector hasta extremos casi ridículos, y saltaba a la vista que estaba loco por ella. Cuando Lena lo miraba y lo tocaba, parecía que en cualquier momento pudiera salir flotando del castillo. Lo tenía completamente a su merced.

Pero a la reina le había costado horrores verlo. Había estado a punto de perder a su hija por culpa de su cabezonería y su odio por los helios. Todos los selenos habían sufrido a causa de la guerra, todos habían perdido seres queridos, pero la reina era una mujer justa y ecuánime por naturaleza, y verla reaccionar así era sencillamente incomprensible para él.

Y doloroso. Era evidente que el helio que la había hecho su esclava la había hecho sufrir mucho. Ojalá no tuviera que encontrarse nunca con aquel hombre, porque Denis no estaba seguro de que su racional mente superior no estuviera tentada de descuartizarlo, por poco civilizado que sonara eso.

Al menos las cosas se habían normalizado con rapidez. Jay había demostrado merecerse el voto de confianza que le habían dado, y estaba haciendo un gran trabajo entrenando a los soldados. Se veía que estaba acostumbrado a mandar hombres y sabía lo que hacía, de modo que Denis y él enseguida se habían entendido en ese aspecto. Aquello había sido una grata sorpresa. En el tiempo que llevaban trabajando juntos, el joven helio no le había causado el más mínimo problema, y se había ganado a pulso su respeto. La tarde anterior le había pedido permiso para ayudar en las obras de la escuela, y Denis no había visto ningún inconveniente en concedérselo. Si la reina necesitaba algo, él estaba disponible y, además, todo iba más despacio en aquellos días. El verano hacía que el tiempo pasara perezosamente, como en un cómodo y cálido letargo.

 

El movimiento en la mesa sacó a Denis de sus pensamientos. Ayudó a recoger los restos del desayuno y mientras Leo, Marcus, Jay y Jana se iban a la escuela a reparar el tejado. Lena se quedó con la niña y se dispuso a ayudar en las tareas de la torre, como era su costumbre, Nadir se fue al establo como le había pedido Leo, y él se quedó solo con la reina.

—¿Me necesitarás esta mañana, mi Señora?

La reina se giró y lo miró a los ojos, con una sonrisa suave. Siempre tenía un gesto amable para él.

—Sí, Denis, dentro de un rato. Ahora voy a escribir unas cartas, pero luego quiero ir con Lena a practicar con el arco. Me vendría bien que nos ayudaras.

—Desde luego, Señora. Iré a dar instrucciones a los soldados para esta mañana. Cuando me necesites solo tienes que mandar a buscarme.

—Gracias, Denis.

Mientras él se dirigía al patio, la reina se marchó a sus habitaciones. Nina estaba arreglando la estancia cuando Serena entró y se sentó en su escritorio.

—Enseguida acabo, mi Señora, aunque si prefieres que vuelva luego...

—No, Nina, no es necesario, puedes acabar. Solo tengo que escribir algunas cartas.

Su dama terminó de limpiar la habitación mientras ella ponía al día su correspondencia y revisaba los libros de cuentas que le había llevado Rorik la tarde anterior. Esa tarde tenía que reunirse con él para ver si había que hacer algunos cambios en las cantidades previstas para las reparaciones y en las compras de cara al invierno. La primera obra era la de la escuela, que ya estaba en marcha, pero también había que reparar las estancias donde dormían los soldados de la torre y uno de los graneros que había adosados al castillo, donde se guardaban parte de las provisiones. Tenían que aprovisionarse de leña para cuando empezara el frío y aumentar las reservas de legumbres, cereales y frutos secos. Sus tierras producían alimentos en abundancia, pero era su deber como jefa del clan mantener siempre una cantidad suficiente almacenada, por lo que pudiera suceder.

El verano estaba pasando con su habitual calma, pero pronto llegaría a su fin. Desde la boda de Lena, de la que hacía ya dos meses, no había vuelto a haber ningún altercado ni ninguna sorpresa en la apacible vida del clan. En ese tiempo Jay se había convertido en parte de la familia, y había que reconocer que el joven helio se había adaptado sorprendentemente bien. Lena lo adoraba, él las adoraba a ella y a la niña, y estaba consiguiendo hacerse con el afecto y el aprecio de todo el mundo. Denis confiaba en él, y eso a Serena le decía mucho. El jefe de su guardia era un hombre cauto de por sí, y además tenía buena intuición para descubrir la naturaleza de la gente. Si confiaba en Jay, era porque el chico lo merecía.

 

Al fin cerró los libros y se cambió de ropa. Eligió un vestido beige de corte ajustado, sin mangas. Se lo ciñó con un cinturón y guardó en él su pequeña daga, como tenía por costumbre. Se giró entonces hacia Nina.

—¿Me ayudas con el pelo, por favor?

—Claro, Señora.

Su dama le trenzó la rubia melena y se la recogió en un moño bajo, adornado con un pasador tipo aguja labrado en plata. Serena se miró al espejo una vez más y se acercó a un arcón para coger su arco y su carcaj.

—Voy a buscar a Denis. ¿Puedes decirle a mi hija Lena que se reúna con nosotros en el patio?

—Enseguida, Señora.

Satisfecha, salió al exterior mientras Nina se internaba en la cocina. El sol brillaba con fuerza y la brisa era muy suave. Era un día perfecto para practicar.

* * *

Espero que os haya gustado. Desde el 7 de Abril está disponible para su compra (o lectura con Kindle Unlimited) AQUÍ.

17 comentarios:

  1. Hola,
    Mucha suerte con tu próxima publicación que todo te vaya muy bien.
    Besos desde Promesas de Amor, nos leemos.

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  2. ¡Hola!

    Pues tiene muy buena pinta, así que te deseo la mejor de las suertes :)

    Un abrazo

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  3. Así de primeras tiene muy buena pinta *-* Sabes que tengo muchas ganas de leer el primero. Desde que supe de su existencia que está en mi wishlist, así que espero poder leerlo muy pronto ahora que se avecina la publicación de esta segunda parte, que además parece que promete.
    Lo único que me ha chirriado un poco es que Nina se refiere a la reina tuteándola cuando se refiere a ella como «mi señora», pero supongo que tengo que conocer bien la historia. Eso ha hecho que me intrigue mucho por cómo es su relación, si es tan cercana como aparenta ser.
    Cuando lea el primero, ¡serás la primera en saberlo! <33
    ¡Nos leemos!

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    1. No es una novela histórica, sino de fantasía, así que el trato es un poco distinto del que cabría esperar entre una reina y sus súbditos porque los usos y costumbres así lo establecen. Espero que te animes con la primera y ya me contarás. ¡Gracias por comentar!

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    2. En ese caso, ya estoy deseando leer 'La Princesa de la Luna' para adentrarme en ese nuevo mundo *-* ¡Ojalá sea pronto! Ya te contaré <33

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  4. Hola.
    Espero que muchas personas se animen a entrar en Gaia. A mi el primer libro ya sabes que me ha gustado y espero leer este otro en un futuro, porque ahora imposible con la de pendientes que tengo.
    Nos leemos.

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    1. Cuando te animes y tengas tiempo ahí estará. Espero que te guste tanto como el primero. ¡Besos!

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  5. ¡Hola! Pinta muy bien este primer capítulo y su portada es preciosa.
    Te deseo mucha suerte en su publicación.

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  6. Hola!! pues la verdad que tienes razón la portada es bonita, suerte con la publicación y déjame decirte que este primer capitulo esta muy bueno.

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegro de que te gusten, tanto la portada como el capítulo. ¡Besos!

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  7. ¡Hola! El capítulo me ha gustado mucho☺️. Se ve que el libro va a estar muy bueno.
    No he leído el anterior, así que paso ya a buscarlo.
    Mucha suerte! ��

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    1. ¡Gracias! Si te animas a leerlo ya me contarás. ¡Besos!

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