En unos días estará disponible en Amazon la tercera entrega de la Serie Gaia, Señor del viento. Si no habéis leído las anteriores, La princesa de la luna y Sí, mi reina, os recuerdo que es mejor leerlas primero para poneros en contexto y saber de qué va la historia (aunque no es imprescindible para echarle un ojo a esta entrada).
Os dejo por aquí el primer capítulo para ir abriendo boca.
¿Le echáis un vistazo y me contáis qué os parece?
* * *
Señor del viento - CAPÍTULO 1
—Nissa, despierta, tengo que irme.
La joven que descansaba entre los
brazos de Marcus ronroneó como un gatito remolón. Se giró con lentitud y se
apretó más contra él.
—¿Tan pronto?
—Es tarde —la contradijo él,
moviéndose para liberarse de su abrazo con suavidad—. Mañana tenemos visita y
mi madre esperará que me levante temprano.
—¿Vendrás a verme? —preguntó
entonces ella con voz mimosa.
—No —respondió sin preámbulos,
negando con la cabeza—. Estaré ocupado.
La joven se incorporó y lo miró
con suspicacia, entornando los ojos.
—¿Y quién os visita, si puede
saberse?
—La jefa del clan Hasle con su
familia.
—¿No estuvieron aquí hace poco?
—Sí —respondió él, empezando a
intuir hacia dónde iba el interrogatorio—, pasaron aquí un par de días, poco
tiempo antes de que encontráramos a mi hermana.
Aprovechó que ella se había
incorporado para levantarse y comenzar a vestirse. La muchacha continuó
mirándolo, aún molesta.
—Tiene una hija, ¿verdad?
—Sí, se llama Krista. Estuvo
conmigo en la villa y le compró tejidos a tu madre.
—La recuerdo —asintió ella con un
tono cada vez más frío—. Y supongo que ella es el motivo por el que mañana vas
a estar tan ocupado.
Marcus se detuvo y la miró desconcertado.
—No entiendo a qué viene eso,
Nissa. Creía que los dos sabíamos lo que era esto.
Ella pareció dudar, en especial
cuando Marcus se le acercó de nuevo y le tendió la mano para que se levantara.
—Nissa, te advertí de que no
quería ataduras.
—Pero Marcus, yo creía que te
gustaba —protestó débilmente.
—Y me gustas, pero creo que es
mejor que lo dejemos aquí. —Dio un paso atrás cuando la chica hizo un puchero
tratando de ablandarlo. —Siento haber dejado que pasara esto, no pretendía
hacerte daño.
Ella inspiró hondo y echó mano de
toda su entereza para, al menos, mantener algo de su orgullo indemne.
—No ha sido culpa tuya, te
agradezco que seas honesto.
—Mejor me voy. ¿Te acompaño?
—No, no te preocupes.
Marcus la miró una vez más y solo
murmuró con pesar:
—Entonces ya nos veremos por ahí.
Adiós, Nissa.
Abandonó el pequeño almacén de
telas que era propiedad de la madre de la chica y en el que solían encontrarse
de cuando en cuando. Ella le había tirado los tejos hacía tiempo, y durante más
de un año había sido una de sus «amigas». Una relación sin ataduras, puramente
sexual. Nunca le había prometido nada más. Esas eran sus condiciones y ella las
conocía. Desde el primer momento, las había aceptado.
Y, como le ocurría a menudo, al
final había salido herida porque quería algo más.
Siempre trataba de atajar el
problema antes de que eso pasara, pero solo a veces lo conseguía. Jana se
burlaba de él diciéndole que era demasiado encantador, que si fuera un cerdo
egoísta nadie querría tirárselo más de una vez. ¿Por qué las mujeres siempre se
empeñaban en complicarle la vida? Él no quería una relación seria, tenía
demasiadas cosas en la cabeza.
La preocupación por los helios
era algo que no lo abandonaba desde que su hermana Lena fuera secuestrada más
de un año atrás. La formación de los soldados daba trabajo, pero formar a todo
el pueblo era agotador. Y todos querían aprender a defenderse desde que la
reina había regresado de la reunión en Eolo con el rey Gunter y los jefes
helios. No se fiaban, como tampoco él lo hacía. Y disfrutaba de su trabajo,
pero le dejaba tiempo para pocas diversiones. O, por lo menos, solo para
diversiones que no fueran acompañadas de problemas.
Denis pasaba más tiempo con su
madre desde que habían hecho las paces y ella lo había presentado como su
prometido. Marcus sonrió para sí mismo. Ni siquiera tenían fecha de boda, pero
aquel era el título que él ostentaba desde entonces. Y se casarían, pero nadie
sabía cuándo. Probablemente dependía de la reina, porque si fuera por Denis,
llamaría a Lena para que oficiara la ceremonia, a Jay y a él para que lo acompañaran,
y tal vez al resto de habitantes de la torre para tener algunos testigos más, y
al día siguiente estarían casados. Pero su madre insistía en que no podían
hacer eso. Era la reina y, si bien la boda no corría prisa, cuando tuviera que
ser, sería una fiesta por todo lo alto. Suerte que Jay se hacía cargo de buena
parte del trabajo. Entre Marcus, Denis y él habían conseguido un pequeño
ejército del que estaban muy orgullosos.
Sin embargo, su cuñado también
tenía una mujercita que lo reclamaba a menudo, y además una hija pequeña. El
que más tiempo libre tenía era él.
O tal vez era solo que, como no
tenía ataduras, ni las quería, podía dedicarle a su trabajo tanto tiempo como
quisiera.
Entró en la torre y cruzó el
salón en silencio. Ya era noche cerrada y tenía que dormir algunas horas para
estar presentable al día siguiente. Además, tenía ganas de ver a Krista.
Jay, Lena, Leo, Nadir, Denis y la
reina Serena estaban ya desayunando cuando Marcus bajó al salón a la mañana
siguiente. Su madre lo miró con el ceño fruncido.
—¿Llegaste tarde anoche?
Jay y Leo contuvieron a duras
penas una sonrisa.
—Mamá, soy mayorcito.
Denis siguió mirando a su plato,
pero intervino a su manera:
«Serena, se ha levantado y está
presentable, no lo pongas en evidencia delante de sus hermanas y sus amigos. Es
un hombre y sabe lo que hace».
«Eso está por ver».
Marcus se sentó entre Leo y Jana
y cogió un bollo de semillas. Su hermana no pudo evitar pincharlo:
—¿Quién fue la afortunada?
Nadir, como siempre, desvió la
mirada al plato. Todavía le incomodaban ese tipo de conversaciones. Marcus siguió masticando y
fue Leo quien respondió por él.
—Fue Nissa, ¿no? Te vi con ella
por la tarde.
Marcus murmuró un casi inaudible
«bocazas» mientras seguía comiendo. La reina inclinó la cabeza y observó la
expresión de su hijo. Lena se giró también hacia su hermano frunciendo el ceño.
—La has dejado.
No fue una pregunta, sino una
afirmación rotunda. Todos en la mesa fijaron sus ojos en Marcus. Él miró
alrededor y luego clavó los ojos en su hermana pequeña.
—A ti ya te vale con la empatía y
la intuición. ¿En este clan no se puede tener vida privada?
Lena sonrió y desvió la mirada a
su marido, que le hizo un gesto reprobatorio por su indiscreción.
—Lo siento.
La reina no se dio por
satisfecha.
—Pero ¿hasta qué punto había algo
serio entre vosotros?
Él miró a su madre con fastidio,
ansioso por zanjar la conversación.
—No había nada serio, mamá, pero
me ha parecido que para ella ya no era lo mismo que para mí. ¿Contentos todos o
necesitáis más explicaciones?
—A ver cuándo sientas la cabeza,
hijo, que ya va siendo hora.
Marcus se quedó pasmado al oír
aquellas palabras por boca de su madre. Denis abrió unos ojos como platos, pero
no dijo nada. Desde que las cosas entre ellos se habían arreglado, Serena era
feliz y quería ver a todos los suyos en la misma situación. Jana aún era joven
y por tanto no la presionaba demasiado, pero, según ella, a Marcus ya le
tocaba.
Su hijo por el contrario, no
tenía ninguna prisa. Su vida estaba perfecta tal y como era.
Acabaron de desayunar y la reina
dio instrucciones a todos para que la torre estuviera en perfectas condiciones
de recibir a sus invitados como correspondía. Empezaron enseguida con sus
tareas, comenzando por dejar arregladas sus habitaciones. Luego Denis y Jay se
reunieron con los soldados para organizar las patrullas y los entrenamientos
del día mientras Marcus salía con un grupo de soldados a esperar a sus invitados.
El castillo de Hasle estaba bastante cerca del de Bryne y si sus invitados
salían al alba, como acostumbraban a hacer, calculaba que se encontraría con
ellos a mitad de camino antes de media mañana. Después, los escoltaría hasta
casa junto con un pequeño grupo de soldados para llegar aproximadamente a la
hora de comer.
Jana se fue a la escuela y Nadir
la acompañó, mientras Lena se quedaba en la torre para ayudar en la cocina.
Seguía gustándole cocinar y cuando había invitados no desaprovechaba la
oportunidad de echar una mano a Mae.
Beth, Judy y ella estaban
poniendo la mesa cuando los demás empezaron a llegar para arreglarse para la
comida. Jana subió a su cuarto mientras Dunia relevaba a la hija menor de la
reina para que esta pudiera atender a la pequeña Alana, que había empezado a
protestar. Jay y Denis subieron también a sus habitaciones, y poco después
entró Rorik preguntando si hacía falta más ayuda.
—Está todo listo —le dijo la
vieja ama de llaves—. Solo queda esperar que no tarden mucho.
Apenas unos minutos después un
vigía daba el aviso. Serena bajó acompañada de Denis y cruzó la torre para
salir a recibir a sus amigos a la entrada del castillo. Mientras los soldados
se acomodaban en las dependencias que les habían preparado, Leo y Nadir se
hicieron cargo de los caballos. Marcus saludó a su madre con una inclinación de
cabeza y le confirmó que el viaje había sido tranquilo. Era raro encontrar
maleantes en la ruta del norte, y el clima suave de los últimos días les había
permitido cubrir el corto trayecto con rapidez.
Los jefes del clan vecino se acercaron también
para saludar a la reina y a Denis.
—Es un placer volver a verte,
Serena. Y a ti también, Denis. Nos alegramos mucho por vuestro compromiso. ¿Hay
ya fecha de boda?
—Aún no, Astrid —respondió la
reina sonriendo con calma—. Pero en cuanto la haya recibiréis la invitación, no
lo dudes.
—Eso espero —aplaudió
ilusionada—. Me encantan las bodas.
Sverre, su marido, rio con
suavidad y la estrechó contra sí, apretujándola con una mezcla de cariño y
reprobación. Aunque era una mujer robusta, él le sacaba una cabeza y algunos
kilos.
—No se lo tengáis en cuenta. Oye
la palabra boda y se vuelve loca. Le
encantan las celebraciones.
Ella se recolocó un mechón
rebelde de pelo rubio entrecano que se había escapado del sencillo moño que
llevaba y le dedicó una mirada enfurruñada.
—Recuérdame que te envíe a dormir
temprano en la próxima celebración, aguafiestas.
Krista, la hija de ambos, se
acercó también a saludar a la reina y a su prometido. Era una joven hermosa,
más o menos de la edad de Jana. Sus ojos eran exactos a los de su padre, de un
tono azul muy claro, alegres y serenos. Llevaba el cabello rubio, fuerte,
abundante y un poco rebelde, igual que el de su madre, recogido en una trenza.
A Serena le caía bien, y también le constaba que el entendimiento con Marcus
iba más allá de una bonita amistad, pero, aunque le gustaba como nuera, dudaba
que su hijo pensara en ella en términos tan serios. Era otra de sus muchas
«amigas».
—Señora, gracias por tu
invitación.
—Es un placer verte otra vez,
Krista. Pasad, por favor. Os acompañarán a vuestras habitaciones por si queréis
asearos antes de comer.
Cuando todos estuvieron sentados
a la mesa y la reina hubo presentado convenientemente a Jay, a Nadir, a Lena y
a su pequeña nieta, a quienes sus vecinos no conocían aún, empezaron a comer.
Krista miraba con curiosidad a Lena y a Jay, lo que incomodó un poco a la joven
sacerdotisa. Le molestaba que juzgaran a su esposo por los rumores que corrían
respecto a la forma en que había comenzado su relación. No obstante, no podía
decir que la chica lo mirara con animadversión o recelo, tan solo percibía en
ella curiosidad.
Marcus rompió el silencio en la
zona de la mesa donde se habían congregado los jóvenes.
—¿Habías comido alguna vez con
helios, Krista?
Ella sonrió y miró a Nadir y a
Jay con un resquicio de timidez.
—No. Pero salta a la vista que
son mestizos, ¿no? —y, dirigiéndose a ellos, señaló—: Tenéis los ojos azules.
—Nuestra madre era selena
—respondió Jay con calma.
—He oído cómo os conocisteis
—continuó ella, que bajó la voz y añadió—. Y cómo tuvisteis que enfrentaros a
la oposición de la reina. Me pareció una historia muy romántica.
Lena sonrió ampliamente y se
relajó de inmediato. La chica parecía agradable, después de todo. La curiosidad
la venció y le preguntó sin más preámbulos:
—¿Y tú? ¿Tienes pareja?
Entonces notó un flujo de energía
extraño entre Marcus y ella que le hizo morderse la boca, casi arrepintiéndose
de su impulsividad. Entre ellos había, o había habido algo. Al menos atracción.
Y juraría que roce.
La joven miró de reojo a Marcus y
se sonrojó un poco. Después contestó, bajando la mirada.
—Pues, en realidad... voy a
comprometerme con alguien. De hecho, estamos ya comprometidos, aunque todavía
no lo hemos hecho oficial.
—¿En serio? —le preguntó Jana
abriendo mucho los ojos—. ¿Y quién es él?
—Un soldado de mi madre. Al
principio ella tampoco estaba muy conforme, pero ha acabado por aceptarlo.
Marcus parpadeó con asombro. No
mantenía correspondencia con ella, ni ningún tipo de contacto fuera de las
visitas oficiales que se hacían en uno u otro clan, de modo que no sabía nada
de su reciente relación. Dedujo enseguida que esa noche no compartirían la cama
como habían hecho otras veces.
Las dos jefas de clan comenzaron
a hablar entonces del empeño del pueblo en formarse para la guerra y la
conversación se extendió al conjunto de la mesa. Jana entrenaba casi todas las
tardes con su grupito de amazonas,
como ella las llamaba, y se alegró de saber que su amiga también se estaba
formando. Aunque en Hasle la formación de las mujeres dependía íntegramente de Olan,
el futuro prometido de la joven.
—¿En serio te ocupas tú de formar
a otras mujeres? —se sorprendió Krista.
—Lena también me ayuda —le
respondió Jana con orgullo—. Además, Jay maneja muy bien el juego sucio y hemos
aprendido mucho de él.
El aludido no pudo evitar reírse
ante la espontaneidad de su cuñada.
—Jana, no vayas diciendo eso de
mí o destruirás mi reputación.
—El color de tu pelo hace más por
tu reputación que cualquier cosa que yo pueda decir, por si no lo sabías. Casi
todos te tienen pavor.
Nadir abrió la boca, sorprendida,
y Lena puso los ojos en blanco.
—Exagerada. La gente de aquí los
conoce. Ya no les teme solo porque sean medio helios.
—Pregúntale a cualquier soldado
si prefiere enfrentarse a Marcus o a Jay, y luego me cuentas.
Leo se rio. Su mejor amigo era un
soldado hábil y bien entrenado, pero Jay, como decía Jana, manejaba bien el
factor sorpresa y lo que ellos llamaban «el juego sucio». Era mucho más
peligroso en una lucha cuerpo a cuerpo, y los soldados lo sabían.
—Creo que tenéis que visitarnos.
A Olan le encantará intercambiar impresiones con tu marido —le dijo a Lena
sonriéndole con complicidad.
—Te sorprenderías de lo que puede
llegar a aprender de un helio —le respondió ella con picardía ganándose un
pellizco de su marido por debajo de la mesa. Ahogó una exclamación y se
encontró con una mirada de advertencia de él. Sonrió y siguió comiendo mientras
sus hermanos, Leo y Nadir sonreían discretamente. Todos sabían que a Lena le
encantaba provocar a Jay. Y él picaba siempre.
Después
de la comida, la reina, Denis, y los jefes vecinos se sentaron a charlar
mientras los demás volvían a sus quehaceres. Los rumores de asaltos esporádicos
en las fronteras y las especulaciones sobre lo que estarían planeando los
helios eran su principal preocupación, pese a que estaban mejor preparados para
defenderse de lo que lo habían estado nunca. En vista de que los mayores
pasarían hablando de asuntos de estado la mayor parte de la tarde, Marcus se
ofreció a acompañar a Krista a dar un paseo. Ella aceptó de inmediato. Salieron
del castillo y caminaron en silencio hacia el bosquecillo cercano. La tarde era
cálida y apenas había brisa. Lo único que rompía la quietud del bosque eran los
pájaros con sus gorjeos alegres y las ardillas saltando de rama en rama. Cuando
se hubieron internado en la vegetación, Marcus aminoró el paso y la miró a los
ojos esperando una explicación. Ella suspiró.
—Esperaba el momento de hablar
contigo a solas. Confío en que no te haya molestado.
—¿Te refieres a tu compromiso?
—Sí. Supongo que pensabas que
podíamos pasar la noche juntos.
Marcus recorrió con la mirada su
bonita figura y no pudo evitar recordar los buenos ratos que habían pasado el
uno entre los brazos del otro.
—Bueno, lo pensaba. Pero supongo
que ya no, ¿verdad?
Ella se detuvo y le dedicó una
mirada seria.
—Olan no me lo perdonaría. Y yo
no sería capaz de hacerle eso. Lo amo.
Él la tranquilizó con una sonrisa
traviesa.
—Lo entiendo. Y me alegro mucho
por ti. Se te ve feliz.
—Lo soy —reconoció ella,
radiante—. Gracias, Marcus. Siempre has sido un hombre muy especial. Espero que
alguna mujer sepa verlo y consiga darte lo que necesitas.
—Tengo todo lo que necesito,
Krista.
—Ya me entiendes.
—Creo que no —respondió él con
obstinación.
La joven le miró a los ojos y le
acarició la mejilla con cariño.
—Pues es una pena. Espero que
algún día puedas entenderlo. Te lo mereces.
* * *
Pues nada, hasta aquí el primer capítulo. Si te apetece leer más, muy prontito podrás hacerte con él en Amazon.
¿Te llama la atención? ¡Cuéntame!
Hola.
ResponderEliminarGracias por traer el primer capitulo del libro. Yo me lo salto, que aun tengo pendiente el leer tu segundo libro, pero se agradece.
Nos leemos.
¡Hola, guapa! Espero que te animes pronto a leer el segundo, y así puedas también disfrutar de este. ¡Besos!
Eliminar¡Hola Lucía!
ResponderEliminarMuchas gracias por compartirlo, la verdad es que no he leído los anteriores que has escrito pero ains, siempre me motiva ver lo que escriben los demás para mi propio trabajo, así que genial ^^
¡besotes!
¡Hola! Espero que te animes a leerlos en algún momento. Ya me contarás. ¡Besos!
EliminarTe deseo toda la suerte del mundo. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola, Rocío! Bienvenida, ya te sigo también. ¡Besos!
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