jueves, 8 de diciembre de 2022

Señor del viento - capítulo 1

 En unos días estará disponible en Amazon la tercera entrega de la Serie Gaia, Señor del viento. Si no habéis leído las anteriores, La princesa de la luna y Sí, mi reina, os recuerdo que es mejor leerlas primero para poneros en contexto y saber de qué va la historia (aunque no es imprescindible para echarle un ojo a esta entrada).


Os dejo por aquí el primer capítulo para ir abriendo boca.

¿Le echáis un vistazo y me contáis qué os parece?

* * *

Señor del viento - CAPÍTULO 1

—Nissa, despierta, tengo que irme.

La joven que descansaba entre los brazos de Marcus ronroneó como un gatito remolón. Se giró con lentitud y se apretó más contra él.

—¿Tan pronto?

—Es tarde —la contradijo él, moviéndose para liberarse de su abrazo con suavidad—. Mañana tenemos visita y mi madre esperará que me levante temprano.

—¿Vendrás a verme? —preguntó entonces ella con voz mimosa.

—No —respondió sin preámbulos, negando con la cabeza—. Estaré ocupado.

La joven se incorporó y lo miró con suspicacia, entornando los ojos.

—¿Y quién os visita, si puede saberse?

—La jefa del clan Hasle con su familia.

—¿No estuvieron aquí hace poco?

—Sí —respondió él, empezando a intuir hacia dónde iba el interrogatorio—, pasaron aquí un par de días, poco tiempo antes de que encontráramos a mi hermana.

Aprovechó que ella se había incorporado para levantarse y comenzar a vestirse. La muchacha continuó mirándolo, aún molesta.

—Tiene una hija, ¿verdad?

—Sí, se llama Krista. Estuvo conmigo en la villa y le compró tejidos a tu madre.

—La recuerdo —asintió ella con un tono cada vez más frío—. Y supongo que ella es el motivo por el que mañana vas a estar tan ocupado.

Marcus se detuvo  y la miró desconcertado.

—No entiendo a qué viene eso, Nissa. Creía que los dos sabíamos lo que era esto.

Ella pareció dudar, en especial cuando Marcus se le acercó de nuevo y le tendió la mano para que se levantara.

—Nissa, te advertí de que no quería ataduras.

—Pero Marcus, yo creía que te gustaba —protestó débilmente.

—Y me gustas, pero creo que es mejor que lo dejemos aquí. —Dio un paso atrás cuando la chica hizo un puchero tratando de ablandarlo. —Siento haber dejado que pasara esto, no pretendía hacerte daño.

Ella inspiró hondo y echó mano de toda su entereza para, al menos, mantener algo de su orgullo indemne.

—No ha sido culpa tuya, te agradezco que seas honesto.

—Mejor me voy. ¿Te acompaño?

—No, no te preocupes.

Marcus la miró una vez más y solo murmuró con pesar:

—Entonces ya nos veremos por ahí. Adiós, Nissa.

Abandonó el pequeño almacén de telas que era propiedad de la madre de la chica y en el que solían encontrarse de cuando en cuando. Ella le había tirado los tejos hacía tiempo, y durante más de un año había sido una de sus «amigas». Una relación sin ataduras, puramente sexual. Nunca le había prometido nada más. Esas eran sus condiciones y ella las conocía. Desde el primer momento, las había aceptado.

Y, como le ocurría a menudo, al final había salido herida porque quería algo más.

Siempre trataba de atajar el problema antes de que eso pasara, pero solo a veces lo conseguía. Jana se burlaba de él diciéndole que era demasiado encantador, que si fuera un cerdo egoísta nadie querría tirárselo más de una vez. ¿Por qué las mujeres siempre se empeñaban en complicarle la vida? Él no quería una relación seria, tenía demasiadas cosas en la cabeza.

La preocupación por los helios era algo que no lo abandonaba desde que su hermana Lena fuera secuestrada más de un año atrás. La formación de los soldados daba trabajo, pero formar a todo el pueblo era agotador. Y todos querían aprender a defenderse desde que la reina había regresado de la reunión en Eolo con el rey Gunter y los jefes helios. No se fiaban, como tampoco él lo hacía. Y disfrutaba de su trabajo, pero le dejaba tiempo para pocas diversiones. O, por lo menos, solo para diversiones que no fueran acompañadas de problemas.

Denis pasaba más tiempo con su madre desde que habían hecho las paces y ella lo había presentado como su prometido. Marcus sonrió para sí mismo. Ni siquiera tenían fecha de boda, pero aquel era el título que él ostentaba desde entonces. Y se casarían, pero nadie sabía cuándo. Probablemente dependía de la reina, porque si fuera por Denis, llamaría a Lena para que oficiara la ceremonia, a Jay y a él para que lo acompañaran, y tal vez al resto de habitantes de la torre para tener algunos testigos más, y al día siguiente estarían casados. Pero su madre insistía en que no podían hacer eso. Era la reina y, si bien la boda no corría prisa, cuando tuviera que ser, sería una fiesta por todo lo alto. Suerte que Jay se hacía cargo de buena parte del trabajo. Entre Marcus, Denis y él habían conseguido un pequeño ejército del que estaban muy orgullosos.

Sin embargo, su cuñado también tenía una mujercita que lo reclamaba a menudo, y además una hija pequeña. El que más tiempo libre tenía era él.

O tal vez era solo que, como no tenía ataduras, ni las quería, podía dedicarle a su trabajo tanto tiempo como quisiera.

Entró en la torre y cruzó el salón en silencio. Ya era noche cerrada y tenía que dormir algunas horas para estar presentable al día siguiente. Además, tenía ganas de ver a Krista.

 

Jay, Lena, Leo, Nadir, Denis y la reina Serena estaban ya desayunando cuando Marcus bajó al salón a la mañana siguiente. Su madre lo miró con el ceño fruncido.

—¿Llegaste tarde anoche?

Jay y Leo contuvieron a duras penas una sonrisa.

—Mamá, soy mayorcito.

Denis siguió mirando a su plato, pero intervino a su manera:

«Serena, se ha levantado y está presentable, no lo pongas en evidencia delante de sus hermanas y sus amigos. Es un hombre y sabe lo que hace».

«Eso está por ver».

Marcus se sentó entre Leo y Jana y cogió un bollo de semillas. Su hermana no pudo evitar pincharlo:

—¿Quién fue la afortunada?

Nadir, como siempre, desvió la mirada al plato. Todavía le incomodaban ese tipo de  conversaciones. Marcus siguió masticando y fue Leo quien respondió por él.

—Fue Nissa, ¿no? Te vi con ella por la tarde.

Marcus murmuró un casi inaudible «bocazas» mientras seguía comiendo. La reina inclinó la cabeza y observó la expresión de su hijo. Lena se giró también hacia su hermano frunciendo el ceño.

—La has dejado.

No fue una pregunta, sino una afirmación rotunda. Todos en la mesa fijaron sus ojos en Marcus. Él miró alrededor y luego clavó los ojos en su hermana pequeña.

—A ti ya te vale con la empatía y la intuición. ¿En este clan no se puede tener vida privada?

Lena sonrió y desvió la mirada a su marido, que le hizo un gesto reprobatorio por su indiscreción.

—Lo siento.

La reina no se dio por satisfecha.

—Pero ¿hasta qué punto había algo serio entre vosotros?

Él miró a su madre con fastidio, ansioso por  zanjar la conversación.

—No había nada serio, mamá, pero me ha parecido que para ella ya no era lo mismo que para mí. ¿Contentos todos o necesitáis más explicaciones?

—A ver cuándo sientas la cabeza, hijo, que ya va siendo hora.

Marcus se quedó pasmado al oír aquellas palabras por boca de su madre. Denis abrió unos ojos como platos, pero no dijo nada. Desde que las cosas entre ellos se habían arreglado, Serena era feliz y quería ver a todos los suyos en la misma situación. Jana aún era joven y por tanto no la presionaba demasiado, pero, según ella, a Marcus ya le tocaba.

Su hijo por el contrario, no tenía ninguna prisa. Su vida estaba perfecta tal y como era.

Acabaron de desayunar y la reina dio instrucciones a todos para que la torre estuviera en perfectas condiciones de recibir a sus invitados como correspondía. Empezaron enseguida con sus tareas, comenzando por dejar arregladas sus habitaciones. Luego Denis y Jay se reunieron con los soldados para organizar las patrullas y los entrenamientos del día mientras Marcus salía con un grupo de soldados a esperar a sus invitados. El castillo de Hasle estaba bastante cerca del de Bryne y si sus invitados salían al alba, como acostumbraban a hacer, calculaba que se encontraría con ellos a mitad de camino antes de media mañana. Después, los escoltaría hasta casa junto con un pequeño grupo de soldados para llegar aproximadamente a la hora de comer.

Jana se fue a la escuela y Nadir la acompañó, mientras Lena se quedaba en la torre para ayudar en la cocina. Seguía gustándole cocinar y cuando había invitados no desaprovechaba la oportunidad de echar una mano a Mae. 

Beth, Judy y ella estaban poniendo la mesa cuando los demás empezaron a llegar para arreglarse para la comida. Jana subió a su cuarto mientras Dunia relevaba a la hija menor de la reina para que esta pudiera atender a la pequeña Alana, que había empezado a protestar. Jay y Denis subieron también a sus habitaciones, y poco después entró Rorik preguntando si hacía falta más ayuda.

—Está todo listo —le dijo la vieja ama de llaves—. Solo queda esperar que no tarden mucho.

Apenas unos minutos después un vigía daba el aviso. Serena bajó acompañada de Denis y cruzó la torre para salir a recibir a sus amigos a la entrada del castillo. Mientras los soldados se acomodaban en las dependencias que les habían preparado, Leo y Nadir se hicieron cargo de los caballos. Marcus saludó a su madre con una inclinación de cabeza y le confirmó que el viaje había sido tranquilo. Era raro encontrar maleantes en la ruta del norte, y el clima suave de los últimos días les había permitido cubrir el corto trayecto con rapidez.

 Los jefes del clan vecino se acercaron también para saludar a la reina y a Denis.

—Es un placer volver a verte, Serena. Y a ti también, Denis. Nos alegramos mucho por vuestro compromiso. ¿Hay ya fecha de boda?

—Aún no, Astrid —respondió la reina sonriendo con calma—. Pero en cuanto la haya recibiréis la invitación, no lo dudes.

—Eso espero —aplaudió ilusionada—. Me encantan las bodas.

Sverre, su marido, rio con suavidad y la estrechó contra sí, apretujándola con una mezcla de cariño y reprobación. Aunque era una mujer robusta, él le sacaba una cabeza y algunos kilos.

—No se lo tengáis en cuenta. Oye la palabra boda y se vuelve loca. Le encantan las celebraciones.

Ella se recolocó un mechón rebelde de pelo rubio entrecano que se había escapado del sencillo moño que llevaba y le dedicó una mirada enfurruñada.

—Recuérdame que te envíe a dormir temprano en la próxima celebración, aguafiestas.

Krista, la hija de ambos, se acercó también a saludar a la reina y a su prometido. Era una joven hermosa, más o menos de la edad de Jana. Sus ojos eran exactos a los de su padre, de un tono azul muy claro, alegres y serenos. Llevaba el cabello rubio, fuerte, abundante y un poco rebelde, igual que el de su madre, recogido en una trenza. A Serena le caía bien, y también le constaba que el entendimiento con Marcus iba más allá de una bonita amistad, pero, aunque le gustaba como nuera, dudaba que su hijo pensara en ella en términos tan serios. Era otra de sus muchas «amigas».

—Señora, gracias por tu invitación.

—Es un placer verte otra vez, Krista. Pasad, por favor. Os acompañarán a vuestras habitaciones por si queréis asearos antes de comer.

 

Cuando todos estuvieron sentados a la mesa y la reina hubo presentado convenientemente a Jay, a Nadir, a Lena y a su pequeña nieta, a quienes sus vecinos no conocían aún, empezaron a comer. Krista miraba con curiosidad a Lena y a Jay, lo que incomodó un poco a la joven sacerdotisa. Le molestaba que juzgaran a su esposo por los rumores que corrían respecto a la forma en que había comenzado su relación. No obstante, no podía decir que la chica lo mirara con animadversión o recelo, tan solo percibía en ella curiosidad.

Marcus rompió el silencio en la zona de la mesa donde se habían congregado los jóvenes.

—¿Habías comido alguna vez con helios, Krista?

Ella sonrió y miró a Nadir y a Jay con un resquicio de timidez.

—No. Pero salta a la vista que son mestizos, ¿no? —y, dirigiéndose a ellos, señaló—: Tenéis los ojos azules.

—Nuestra madre era selena —respondió Jay con calma.

—He oído cómo os conocisteis —continuó ella, que bajó la voz y añadió—. Y cómo tuvisteis que enfrentaros a la oposición de la reina. Me pareció una historia muy romántica.

Lena sonrió ampliamente y se relajó de inmediato. La chica parecía agradable, después de todo. La curiosidad la venció y le preguntó sin más preámbulos:

—¿Y tú? ¿Tienes pareja?

Entonces notó un flujo de energía extraño entre Marcus y ella que le hizo morderse la boca, casi arrepintiéndose de su impulsividad. Entre ellos había, o había habido algo. Al menos atracción. Y juraría que roce.

La joven miró de reojo a Marcus y se sonrojó un poco. Después contestó, bajando la mirada.

—Pues, en realidad... voy a comprometerme con alguien. De hecho, estamos ya comprometidos, aunque todavía no lo hemos hecho oficial.

—¿En serio? —le preguntó Jana abriendo mucho los ojos—. ¿Y quién es él?

—Un soldado de mi madre. Al principio ella tampoco estaba muy conforme, pero ha acabado por aceptarlo.

Marcus parpadeó con asombro. No mantenía correspondencia con ella, ni ningún tipo de contacto fuera de las visitas oficiales que se hacían en uno u otro clan, de modo que no sabía nada de su reciente relación. Dedujo enseguida que esa noche no compartirían la cama como habían hecho otras veces.

Las dos jefas de clan comenzaron a hablar entonces del empeño del pueblo en formarse para la guerra y la conversación se extendió al conjunto de la mesa. Jana entrenaba casi todas las tardes con su grupito de amazonas, como ella las llamaba, y se alegró de saber que su amiga también se estaba formando. Aunque en Hasle la formación de las mujeres dependía íntegramente de Olan, el futuro prometido de la joven.

—¿En serio te ocupas tú de formar a otras mujeres? —se sorprendió Krista.

—Lena también me ayuda —le respondió Jana con orgullo—. Además, Jay maneja muy bien el juego sucio y hemos aprendido mucho de él. 

El aludido no pudo evitar reírse ante la espontaneidad de su cuñada.

—Jana, no vayas diciendo eso de mí o destruirás mi reputación.

—El color de tu pelo hace más por tu reputación que cualquier cosa que yo pueda decir, por si no lo sabías. Casi todos te tienen pavor.

Nadir abrió la boca, sorprendida, y Lena puso los ojos en blanco.

—Exagerada. La gente de aquí los conoce. Ya no les teme solo porque sean medio helios.

—Pregúntale a cualquier soldado si prefiere enfrentarse a Marcus o a Jay, y luego me cuentas.

Leo se rio. Su mejor amigo era un soldado hábil y bien entrenado, pero Jay, como decía Jana, manejaba bien el factor sorpresa y lo que ellos llamaban «el juego sucio». Era mucho más peligroso en una lucha cuerpo a cuerpo, y los soldados lo sabían.

—Creo que tenéis que visitarnos. A Olan le encantará intercambiar impresiones con tu marido —le dijo a Lena sonriéndole con complicidad.

—Te sorprenderías de lo que puede llegar a aprender de un helio —le respondió ella con picardía ganándose un pellizco de su marido por debajo de la mesa. Ahogó una exclamación y se encontró con una mirada de advertencia de él. Sonrió y siguió comiendo mientras sus hermanos, Leo y Nadir sonreían discretamente. Todos sabían que a Lena le encantaba provocar a Jay. Y él picaba siempre.

 

Después de la comida, la reina, Denis, y los jefes vecinos se sentaron a charlar mientras los demás volvían a sus quehaceres. Los rumores de asaltos esporádicos en las fronteras y las especulaciones sobre lo que estarían planeando los helios eran su principal preocupación, pese a que estaban mejor preparados para defenderse de lo que lo habían estado nunca. En vista de que los mayores pasarían hablando de asuntos de estado la mayor parte de la tarde, Marcus se ofreció a acompañar a Krista a dar un paseo. Ella aceptó de inmediato. Salieron del castillo y caminaron en silencio hacia el bosquecillo cercano. La tarde era cálida y apenas había brisa. Lo único que rompía la quietud del bosque eran los pájaros con sus gorjeos alegres y las ardillas saltando de rama en rama. Cuando se hubieron internado en la vegetación, Marcus aminoró el paso y la miró a los ojos esperando una explicación. Ella suspiró.

—Esperaba el momento de hablar contigo a solas. Confío en que no te haya molestado.

—¿Te refieres a tu compromiso?

—Sí. Supongo que pensabas que podíamos pasar la noche juntos.

Marcus recorrió con la mirada su bonita figura y no pudo evitar recordar los buenos ratos que habían pasado el uno entre los brazos del otro.

—Bueno, lo pensaba. Pero supongo que ya no, ¿verdad?

Ella se detuvo y le dedicó una mirada seria.

—Olan no me lo perdonaría. Y yo no sería capaz de hacerle eso. Lo amo.

Él la tranquilizó con una sonrisa traviesa.

—Lo entiendo. Y me alegro mucho por ti. Se te ve feliz.

—Lo soy —reconoció ella, radiante—. Gracias, Marcus. Siempre has sido un hombre muy especial. Espero que alguna mujer sepa verlo y consiga darte lo que necesitas.

—Tengo todo lo que necesito, Krista. 

—Ya me entiendes.

—Creo que no —respondió él con obstinación.

La joven le miró a los ojos y le acarició la mejilla con cariño.

—Pues es una pena. Espero que algún día puedas entenderlo. Te lo mereces.

* * *

Pues nada, hasta aquí el primer capítulo. Si te apetece leer más, muy prontito podrás hacerte con él en Amazon. 

¿Te llama la atención? ¡Cuéntame!

6 comentarios:

  1. Hola.
    Gracias por traer el primer capitulo del libro. Yo me lo salto, que aun tengo pendiente el leer tu segundo libro, pero se agradece.
    Nos leemos.

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    1. ¡Hola, guapa! Espero que te animes pronto a leer el segundo, y así puedas también disfrutar de este. ¡Besos!

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  2. ¡Hola Lucía!

    Muchas gracias por compartirlo, la verdad es que no he leído los anteriores que has escrito pero ains, siempre me motiva ver lo que escriben los demás para mi propio trabajo, así que genial ^^

    ¡besotes!

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    1. ¡Hola! Espero que te animes a leerlos en algún momento. Ya me contarás. ¡Besos!

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  3. Te deseo toda la suerte del mundo. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece. Gracias y un abrazo.

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