viernes, 23 de marzo de 2018

Magia Salvaje, capítulo 1

Hace unos días os enseñaba la portada y la sinopsis de Magia Salvaje, y hoy he decidido mostraros el primer capítulo. La historia parte del punto en que la dejaron Amets y Naike en Magia Elemental, así que si no habéis leído aquella, tal vez sería mejor que no siguierais leyendo.


CAPÍTULO 1

SI NO PUEDES CON TU ENEMIGO, ÚNETE A ÉL

—Voy a ir. Si estás de acuerdo, bien, y si no, me da igual. ¿No se te ha ocurrido pensar que si no he pedido tu opinión a lo mejor es porque no me interesa en absoluto?
Morgan se estiró en el sofá con aire indolente, sacudió su melena pelirroja con desparpajo y cruzó las piernas apoyando el talón de sus botas de tacón alto sobre el borde de la mesa. El gesto hizo apretar aún más los dientes al dueño de la casa, aunque pocos segundos después consiguió sobreponerse y pasar por alto la provocación. Caminó en círculos por la habitación y trató de razonar una vez más con la terca hada que parecía empeñada en volverlo loco. 
—Es peligroso. Si la Triada ha conseguido averiguar algo sobre vosotras, es probable que tu familia esté vigilada. Y si Morfeo sabe que Amets consiguió cambiar la maldición y que Naike está despierta, probablemente deducirá que Kimi y ella irán contigo y, por lo tanto, que Amets irá también. No dejará pasar una oportunidad de atraparlos. Te vas a poner en peligro. Pondrás en peligro a todo el mundo. 
Hacía ya más de media hora que trataba de explicárselo, desde que se había presentado en el salón prácticamente al alba con la decisión pintada en la cara y la noticia de que su hermano menor se casaba en el plazo de quince días. No había pedido permiso, se había limitado a informarle de que iba a ir. 
Naike y Amets, el aprendiz de mago que se había revelado como toda una promesa al salvarla de la terrible maldición del sueño eterno,  hicieron acto de presencia en aquel preciso momento, seguidos por Kimi, que fue la primera de los tres en preguntar qué ocurría al percibir la tensión que se palpaba en el ambiente. 
—Su hermano se casa y estoy tratando de explicarle que no es seguro ir a la boda, pero no hay forma de hacerla entrar en razón.
El rostro de Amets se tiñó de preocupación. 
—¿Tu hermano se casa, Morgan? ¿Cuándo?
—Dentro de dos semanas —respondió ella con aparente desgana. 
Naike comprendió de inmediato el motivo de su inquietud y, alargando una mano, hizo volar un cuaderno y un lápiz que había sobre una mesa auxiliar directamente a su mano. 
—Has soñado con una boda, ¿no?
Quince minutos más tarde, las miradas de las tres hadas y de Lance estaban fijas en el último de los bocetos que Amets estaba garabateando con furioso frenesí. En el primero se podía ver una hermosa casa en la campiña, rodeada de árboles y con un jardín bellamente engalanado repleto de gente ataviada con elegantes trajes de fiesta. En el segundo se veía una radiante pareja de novios. Una chica esbelta junto a ellos recordaba a Morgan, a pesar del cabello recogido en un moño sofisticado y de la ausencia de color del boceto, que no permitía saber a ciencia cierta si era o no pelirroja. A lo lejos se veía otra pareja, que muy bien podían ser Naike y el propio Amets. 
El dibujo que el joven mago estaba terminando era sin duda el más inquietante: había explosiones por doquier, parte del jardín había desaparecido como si hubiera sido detonada una bomba, y los heridos trataban de ponerse a cubierto, mientras una horda de brujos los acosaba.
—Van a ir a por vosotros —resolvió Lance, preocupado—.  ¿Necesitas más pruebas? Morfeo debe de saber que Naike ha despertado. 
—No seas paranoico. No tenemos ningún motivo para creer que Morfeo haya averiguado que Amets liberó a Naike de la maldición, así que lo más probable es que piense que aún está llorando su pérdida. Y mi familia está en el punto de mira de los paparazzi, eso no te lo voy a discutir, pero no de la Triada.  
—¿De los paparazzi? —Amets alzó la vista del papel y la miró frunciendo el ceño en un gesto de escepticismo—. ¿Acaso eres de la realeza británica?
Naike y Kimi parecieron olvidar la preocupación por un instante, puesto que dejaron escapar unas risitas y miraron a su amiga con una mezcla de complicidad y diversión. Al mismo tiempo, tanto Lance como Morgan soltaron sendos bufidos, y fue la primera cosa en la que parecieron estar de acuerdo aquella mañana.
—¿En serio? ¡No me jodas! —fue la asombrada respuesta del joven a la reacción de ambos.
—No soy de la realeza—aclaró por fin ella—. Mi madre está emparentada con ellos, pero muy remotamente. Ni siquiera sabría explicarte el parentesco.
—Pero tu madre sí —apostilló Kimi—. Le encanta. Por eso la de tu hermano va a salir en los ecos de sociedad de todos los diarios. Bueno, por eso y porque tu padre es un influyente diplomático. 
La pelirroja negó con vehemencia, mostrando cierto hastío. 
—El padre de Amy es uno de los terratenientes más importantes de Cornualles. Eso también habrá influido en algo, digo yo…
—Tal vez ese sea el problema —aventuró Amets—. Si la noticia de la boda ha salido en prensa y algún brujo ha conseguido establecer las correspondientes relaciones, sabrán que es tu familia y por tanto que es probable que vayas. No estoy seguro de que Morfeo sepa que Naike ha despertado, pero tal vez crea que yo estaré allí. No sería seguro que ninguno de nosotros se moviera en este momento sin protección, de modo que tal vez haya asumido que, en ausencia de Naike, Kimi y yo iríamos contigo. 
—Deberían haber sido más discretos —gruñó Lance—. ¡Son magos! ¿En qué demonios estaban pensando para llamar tanto la atención? 
Morgan se puso seria y bajó los pies de la mesa, para alivio del mago. Lo miró a los ojos antes de replicar, no sin cierta preocupación:
—No se trata solo de mi familia. La familia de Amy no es mágica, así que supongo que no ven motivos para no celebrar la boda como lo haría cualquier otra chica de su posición social.
Naike no pudo evitar bromear:
—Imagínate si el rico terrateniente se enterara de que su futuro yerno es un mago… Bueno, ¡eso sí que coparía los titulares de los periódicos sensacionalistas!
—No se van a enterar. Nunca. Amy también es un hada, pero nadie más en su familia tiene el don de la magia, ya os lo he dicho. Y si ella misma cree que no están preparados para saberlo, lo mejor es confiar en su criterio.  
Lance dio unos pasos por la habitación como un cazador acechando a su presa. Cuando se giró de nuevo hacia Morgan, su ceja izquierda estaba alzada casi con insolencia, y en sus labios bailaba la sonrisa de quien se cree con la baza ganadora. O al menos con una baza muy buena.  
—Y si realmente ocurre algo en la boda, ¿cómo lo explicarás? Es una insensatez. Arruinarás el secreto de tu futura cuñada. Mi recomendación es que contactes con tu familia y les aconsejes cambiar el lugar de la celebración. Y por supuesto, que no vayas. Y mucho menos vosotros dos —añadió girándose hacia Amets y Naike. 
Finalmente la pelirroja se levantó y caminó hacia él. Se detuvo cuando lo tenía a solo unos palmos de distancia y alzó con orgullo su rostro níveo, atravesándolo con una mirada aguamarina cargada de resolución. 
—Es mi hermano menor, probablemente la persona que más me importa de mi familia. Y voy a ir a su boda porque si pasa algo y yo no estoy allí para evitar que sufra el más mínimo daño, no me lo perdonaré nunca. No necesito que nadie me acompañe. Entiendo que es un riesgo demasiado grande que Amets se exponga acompañando a Naike, así que no contaba con que ella viniera conmigo. —Hizo una pausa para mirar de reojo a Kimi, que rehuyó tímidamente la mirada de su amiga—. Tampoco espero que venga Kimi. Su don es útil para calmar a Arman, y el chico ya tiene bastante con no recordar ni quién es. Además, creo que ella prefiere quedarse… No sé por qué Amets y Naike están en el dibujo, pero yo no tenía ninguna intención de que me acompañaran.
—¿Y acaso pretendes ir sola?
El vozarrón del hombre que había sustituido a Lucio a todos los efectos a la cabeza de aquel escuadrón de magos retumbó por toda la casa. Ella no se arredró y se limitó a encogerse de hombros y dar media vuelta para acercarse a la ventana. Miró al exterior, donde los árboles habían perdido ya la mayoría de sus hojas, ayudados por el viento, que cada tarde era un poco más fresco. El verano había llegado a su fin hacía ya unas semanas, y el otoño se abría paso sin miramientos.     
—Sé cuidar de mí misma. Además, mi padre ha contratado seguridad privada. Magos, para más señas. ¿Te quedas más tranquilo?
El efecto que su indolencia provocó en Lance fue como agitar una gaseosa. Se irguió aún más, si eso era posible, en su metro noventa de estatura, y cruzó los brazos sobre el pecho, resaltando unos bíceps potentes y una anchura de hombros con los que  pretendía intimidarla, aunque no lo consiguió en absoluto. El hada ni siquiera lo miró. 
—Es una profecía, hay que tenerla en cuenta. De ninguna manera voy a permitir que te expongas así. 
—No puedes prohibirme que vaya. 
—Técnicamente soy tu jefe. 
—Pues despídeme si quieres. Será un placer perderte de vista.
Lance abrió la boca, y la volvió a cerrar sin hallar nada contundente con lo que responder a aquella impertinencia. Finalmente realizó una inspiración profunda, descruzó los brazos, apretó los dientes y, sin molestarse siquiera en excusarse ante los demás, salió de la estancia dando zancadas y se perdió escaleras arriba. 
Apenas unos minutos después, Naike golpeaba la puerta suavemente con los nudillos con la esperanza de poder mediar entre aquellas dos bombas de relojería. Morgan era su amiga del alma, su compañera, una parte esencial de su equipo. Lance era como su hermano. Odiaba que nunca estuvieran de acuerdo, pero no solía ser un problema. Sin embargo, en ocasiones como esa necesitaba imperiosamente conseguir que se entendieran.
—¿Quién es? —bramó Lance desde el interior.
—Soy yo, Naike. ¿Puedo pasar?
La voz de él bajó considerablemente de volumen cuando respondió, si bien su tono fue igual de seco y molesto.
—Adelante. 
El hada traspuso el umbral y se encontró al pupilo de su padre sentado junto a la ventana en una butaca de aspecto robusto, con una copa en la mano. El líquido ambarino giraba con suavidad mientras él lo observaba absorto en sus pensamientos. 
—Lance, necesito hablar contigo.
—Si es sobre la dichosa boda, la respuesta es no. No vais a ir. ¿Acaso no has visto esos dibujos?
Ella sonrió y se acercó hasta situarse detrás de la butaca. El campo se veía silencioso y solitario a través del cristal. Solo algunos pájaros se movían en las inmediaciones, haciendo presagiar la lluvia de un momento a otro. 
—No venía a pedirte permiso para ir. No creo que Amets deba exponerse, tienes razón, y yo no voy a ir sin él. Kimi tampoco cree que sea buen momento para… bueno, ya sabes, para dejar solo a Arman. Y, por lógica, si no vamos, la profecía cambiará. Hasta es posible que no pase nada. 
—¿Entonces la habéis hecho entrar en razón?
La sonrisa de Naike se amplió involuntariamente al detectar un ligero deje de esperanza en la voz del hombre. Por mucho que siempre estuvieran haciéndose desplantes y riñendo como el perro y el gato, Lance se preocupaba por Morgan. Y ella lo respetaba, aunque disfrutara desafiándolo. 
—No. No va a entrar en razón. Es su hermano pequeño, Lance, va a ir a la boda, tanto si lo aprobamos como si no.
El disgusto de él fue plausible en la forma en que se revolvió en la butaca y apuró de un trago la mitad del contenido de la copa. El olor fuerte y recio del whisky le llegó a Naike al mismo tiempo que lo oía preguntar:
—¿Entonces a qué has venido?
Inspiró hondo y soltó la bomba. Total, se lo iba a tomar fatal lo dijera como lo dijera. 
—He venido a pedirte que vayas con ella.
La cabeza del hombre giró de un modo casi tan grotesco como la de la niña de El exorcista. Los ojos azules se clavaron en los oscuros de ella mostrando tanto desconcierto como enfado.
—¿Yo? ¿Y por qué demonios iba yo a cometer una estupidez semejante?
La mano de la chica se posó en su hombro con suavidad. Naike fue consciente del rico tacto de su camisa de hilo y del músculo que palpitaba debajo, al borde de la crispación. 
—Porque tienes razón, es peligroso que vaya, pero no hay forma de evitarlo, así que alguien debería ir con ella. Tú eres sensato, mucho más que Morgan. Y puedes protegerla mejor que cualquiera de nosotros. Puedes protegerlos a todos.
El semblante de él se ensombreció. 
—No he sido de mucha ayuda últimamente. No pude proteger a tu padre. Y si os dejo solos a vosotros… Sabes que la casa no estará protegida si yo no estoy en ella. Morfeo estará buscando al chico, y también a Amets. 
Naike sacudió su melena morena en un gesto que quería parecer despreocupado, y negó con la cabeza. 
—No puede encontrarlos a través de sus sueños, Amets ha cerrado todas las puertas. La casa es segura, y además, somos capaces de defenderla en caso necesario. Es Morgan quien me preocupa. No puede ir sola, Lance, lo sabes perfectamente. 
Él asintió levemente y en silencio. No era como si no lo hubiera pensado, por absurda que le resultara la idea. Si no la mataban los brujos, acabaría por matarla él con sus propias manos si pasaban juntos más de tres días. 
—¿Cuándo quiere partir?
Naike se encogió de hombros y su sonrisa la delató. Sabía que a él no le iba a gustar aquella parte. 
—Quiere salir pasado mañana y conducir hasta Calais para cruzar por el Eurotunel. 
Lance saltó levantándose de la butaca con ímpetu. Dejó la copa sobre la mesita auxiliar con tanta brusquedad que poco faltó para que la quebrara.
—¿Pero se ha vuelto loca? ¡Son casi dos días de coche!
—Entonces compra dos billetes y arrástrala al aeropuerto. Adora su coche y te va a costar un mundo que renuncie a viajar en él, a menos que actúes sin dejarla pensar demasiado. 
—Nunca piensa demasiado, ese es su problema. Incluso me atrevería a decir que no piensa en absoluto. —Suspiró, aceptando con resignación que no tenía más opciones que hacer las maletas y coger un vuelo al Reino Unido casi de inmediato—. En fin, supongo que alguien tiene que evitar que se meta en la boca del lobo, ya que se empeña en ir. Compraré esos billetes. Mañana tendrás que llevarnos al aeropuerto.
Naike asintió con entusiasmo. 
—No hay problema. 
Se despidió con un guiño y una sonrisa más amplia todavía. Lance no supo interpretar si se sentía aliviada o francamente divertida.

Morgan se tomó casi tan mal como Lance la noticia de que sería él quien la acompañaría a la boda. Discutió con Kimi y Naike tan acaloradamente que Amets temió por un momento que empezaran a lanzarse objetos de un momento a otro. Finalmente cayó en la cuenta de que la chica no estaba realmente furiosa con sus amigas, sino consigo misma, al verse obligada a tolerar una situación que a todas luces no le gustaba un pelo. No era tonta, de modo que era consciente de que ir sola habría sido una locura, y la única persona del grupo que podía acompañarla era Lance. No congeniaban, pero aun así los demás se quedarían mucho más tranquilos que dejándola marchar sola. 

Lance, como sustituto provisional de Lucio, se vio obligado a informar al Consejo Mágico de sus planes, especialmente porque implicaban dejar a su indefenso aunque potencialmente peligroso prisionero menos vigilado y protegido. Él no temía que el muchacho supusiera ningún problema para las chicas, ni siquiera para Amets, quien mostraba mucha más confianza en sí mismo y por tanto se estaba haciendo ya con un dominio más que respetable de sus dones. El peligro estaba fuera, en los brujos que lo buscaban. El que Amets hubiera cortado por completo la comunicación con su padre tenía un aspecto negativo, y era que no sabían dónde estaba Morfeo, ni cuáles eran sus planes. Amets, conscientemente, evitaba soñar con él, ya que hacerlo podía suponer abrir de nuevo el canal de comunicación. Estaba convencido de que ni su padre ni ningún otro de los brujos que trabajaban con él podían acceder al resto de sus sueños, puesto que habían llegado a la conclusión de que era Arman quien hacía de enlace antes de sufrir el hechizo de su hermano. Morfeo únicamente podía comunicarse con él directamente, cuando era el  protagonista del sueño. La hipótesis parecía acertada, dado que habían conseguido evitar un ataque a otro mago anónimo hacía solo un par de días. En el sueño que había alertado a Amets salía uno de los esbirros de Morfeo que habían esperado a Amets y Naike en la casa de Castro Urdiales de esta y, sin embargo, en ningún momento el brujo había dado muestras de saber que había sido observado a través de los sueños de Amets, ni que los magos estaban al tanto de lo que iba a pasar. No tenían ni cómics ni intermediario, y por tanto no tenían información.
O al menos no tanta como antes, porque al parecer las columnas de sociedad también podían servir perfectamente para cazar hadas.
Aunque probablemente Morgan no tenía la más mínima intención de ser cazada, y Lance tampoco la tenía de dejar que la cazaran.

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