Aquel último verano (Susanna Herrero) - Cabana #1

Hacía tiempo que tenía ganas de leer a Susana Herrero, y no solo por los buenos comentarios que veía sobre sus libros, sino también porque tienen unas portadas maravillosas y que me provocaban mucha curiosidad. Hace poco, trasteando en Amazon, me encontré este libro, el primero de la serie Cabana, en Prime Reading, y ni me lo pensé. Lo descargué, y al lío. Me ha durado menos de una semana.

SINOPSIS:

Alex y Priscila se conocieron un verano de color verde y de canciones de los 90, cuando solo tenían ocho y cinco años, él llegó de Londres y se mudó a la casa de enfrente.

Alex y Priscila se dieron su primer beso dos veranos más tarde, flotando en esas aguas que eran parte de su historia.

Alex y Priscila se besaron de verdad cinco veranos después en un juego de la botella y con la noche de San Juan como telón de fondo.

Alex y Priscila vivieron juntos muchísimas aventuras más.

Para ella, Alex era el vecino que le enseñó a contar números y a poner colores a los veranos.

Para él, Priscila era el ángel con zapatos de pompones y lazos extravagantes, la chica ingeniosa y la Reina del Desierto.

Pero entonces sucedió aquello y Priscila huyó al otro lado del océano.

Cuatro años después, Priscila regresa a su pueblo natal para asistir a la boda de uno de sus hermanos.

Regresa a su amado Mediterráneo, al sol y al agua, pero también a… Alex.

Alex, que no quiere saber nada de ella.

Alex, cuyos ojos solo reflejan resentimiento y hostilidad.

Alex, que continúa siendo su marido.

¿Qué fue lo que ocurrió aquel último verano?

* * *

Confieso que apenas había leído un par de capítulos cuando ya intuía lo que había ocurrido aquel último verano, pero eso no me ha impedido disfrutar la historia de Alex y Priscila de la primera a la última página. Adoro las relaciones entre personajes que se conocen de toda la vida, que han crecido juntos y que por eso mismo son ya indisolubles, porque son uno parte del otro, porque están en cada recuerdo que han compartido.

Alex y Priscila son aún bastante jóvenes, y eso explica mucho de sus miedos, de sus errores, de sus heridas y de cómo se dejan arrastrar por la fatalidad sin pensar las cosas dos veces, o aplicar un poco la lógica. Es parte del aprendizaje que lleva a hacerse adulto. Son unos protagonistas complejos, redondos. Alex, con sus miedos, su falta de cariño y sus maneras bruscas, que le sirven de escudo. Priscila, con su impulsividad, su franqueza sin límites, sus inseguridades y su carácter desenvuelto, y ese gusto por la brillantina, los pompones y los lazos que la hace tan especial. Me han encantado los dos, por separado y como pareja, incluso como pareja rota. Porque incluso así siguen siendo dos partes de un todo. 

En los capítulos se van alternando el presente, cuando Priscila regresa a su pueblo para la boda de su hermano, y el pasado, desde el verano en que conoció a Alex, con cinco años. Así vamos avanzando por su historia, día a día y semana a semana en el presente, verano a verano en el pasado. Veranos de colores, relacionados con sensaciones, con besos, con música y con recuerdos imborrables. El presente ha perdido todo ese brillo y ese color porque entre ellos pasó algo que dio al traste con todo. Como decía, he deducido de qué se trataba casi desde el principio (y he acertado en mis suposiciones casi por completo), pero aun así he querido conocer cada detalle y cada versión. Porque, como en casi todas las historias, la verdad tiene más de una cara, y nadie está libre de cometer errores cuando piensa que su verdad es la única que vale.

La prosa de Susana Herrero es cuidada, pulida y precisa. Está llena de colores, de olores, de sensaciones y de vida. De sentimientos, de los buenos y los no tan buenos. He adorado a todos y cada uno de los Cabana y espero no tardar en leer alguna más de sus historias, porque me he encariñado mucho con ellos, con su carácter leal, y sus bromas, y su lenguaje fresco y sin filtros. No negaré que he sufrido y me he reído, y he mirado atrás para reencontrarme yo también con los veranos de mi infancia y adolescencia. Y algunos también los he recordado de colores.

No solo es una historia preciosa, sino que es una lectura veraniega perfecta, ágil y llena de amor del bueno. Si no la habéis leído, os animo a hacerlo en cualquiera de vuestras próximas tardes de playa o piscina.