Johanna Lindsey es una de mis autoras favoritas casi desde que empecé a leer romántica, así que de vez en cuando, me apetece leer algo suyo. Hace poco me autoregalé el tercer libro de la saga de los Malory y la verdad es que como los dos anteriores me habían gustado mucho, no he esperado mucho para leerlo. Tiene una pinta estupenda, ¿verdad?
Con el corazón destrozado, Georgina Anderson está desesperada por regresar a su hogar en América. Deja sus penas en las costas de Inglaterra y, en un alarde de audacia, aborda un barco norteamericano disfrazada de camarero para servir al capitán Malory. James Malory, un atractivo ex pirata y oveja negra de una orgullosa familia, había jurado que ninguna mujer lo conduciría al matrimonio. Pero en alta mar, sus convicciones tambalearán ante la belleza de Georgina, cuyo amor por la libertad y la aventura rivalizarán con los de él.
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Una preciosa novela romántica histórica de aventuras, con un protagonista de diez, tan encantador como insoportable cuando se empeña, y una protagonista impulsiva y al mismo tiempo muy ingenua, porque la pobre va a meterse en la boca del lobo y no le ve las orejas hasta que casi se la ha comido. Ya el primer encuentro entre los dos en el libro anterior de la saga prometía mucho, y al menos a mí, la historia no me ha defraudado en absoluto.
James es un libertino tirando a madurito para la época, con toda una vida a sus espaldas, un hijo adolescente e incluso experiencia como pirata. Su carácter provocador, irónico y a menudo hiriente me ha dado unas ganas tremendas de verle morder el polvo. Por suerte, entre lo impetuosa que es Georgina y que no se queda atrás cuando se trata de provocarlo, he podido disfrutar de muchos momentos de esos de "toma un poco de tu propia medicina, guapito". Me he divertido mucho. Es una novela muy recomendable y no tardaré en buscar el próximo libro de la saga.
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