Descubrí al autor con La casa en el mar más azul, y me gustó tanto que no pude resistirme a leer algo más suyo. Como el primero lo escuché en formato audiolibro (y el trabajo del narrador es brillante) y este también estaba disponible, era la elección natural.
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Bajo la pintoresca portada de esta novela se esconde una historia sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la amistad, y la familia, el trabajo y las cosas que verdaderamente importan.
Wallace no puede creerse que haya muerto, y mucho menos que tenga que abandonar definitivamente el mundo de los vivos. En realidad, está asustado y perdido, por eso agradece el tiempo que le da Hugo, el barquero de almas, para adaptarse a su nueva situación antes de cruzar al otro lado a través de la puerta de los susurros.
El caso es que esos días serán el mayor regalo que nadie le ha hecho nunca, porque serán su última oportunidad de cambiar. Después de todo, dicen que nunca es tarde para enmendar los errores.
Wallace es un protagonista horrible y odioso, por eso su transformación es tan brillante, de la mano del sufrido y adorable Hugo y el resto de personajes que los acompañan. Me encanta el humor de la novela, las reflexiones sobre la vida y la muerte, los miedos que se confiesan y las esperanzas que transmite.
Es una de esas novelas que te dejan el corazón blandito y la sonrisa en los labios. Se me ha escapado alguna que otra lagrimita, pero la he disfrutado de principio a fin.