viernes, 19 de diciembre de 2014

El principio de un relato que se convirtió en una novela

Hoy tengo una sorpresa. Tal vez no sea mucho, pero... este es el principio de un relato que se convirtió en una novela, en mi primera novela, la que voy a publicar en muy poquito tiempo. Estoy dándole el último repaso a la corrección para evitar en lo posible las erratas y muy pronto estará a la venta en Amazon bajo el sello de la Colección LCDE. 
¡Qué nervios! En fin, espero vuestras opiniones...


* * * * * * * * * * * * * * 

Noche de chicas. Hacía tiempo que no salía con mis compañeras de trabajo, y lo cierto es que me apetecía, pero me estoy empezando a agobiar. La cena ha estado bien y nos hemos reído un montón, pero este pub está abarrotado, hace un calor horrible, y además no hay ni un tío bueno que alegre la vista. Los que no son demasiado críos están visiblemente echados a perder... Bueno, menos ese que está bajando las escaleras.
Parece bastante alto, tiene el pelo negro un poco largo, y una barba de cuatro días estudiadamente descuidada. Va rodeado de Barbies, cómo no. Y parece estar desplegando su encanto con todas ellas.
Una de mis amigas me saca de mis pensamientos.
—Acompáñame al baño, anda.
Cojo mi combinado y la sigo. Cruzamos el local hasta el baño, y allí me revuelvo el pelo mientras la espero, odio llevar los rizos aplastados.
Al fin, volvemos al bullicio del pub. De camino al rincón donde están las demás, voy a dar un trago a mi Malibú con piña cuando alguien me empuja y me lo tira encima. Me quedo clavada en el sitio, con la camiseta empapada y sintiendo el hielo en la piel. El culpable se da la vuelta y... es el moreno de las escaleras.
Creo que ha intentado disculparse con una sonrisa, pero estoy tan cabreada con mi look "Miss Camiseta Mojada" que le interrumpo con un "¡Imbécil! ¿Por qué no miras por dónde vas?" y lo dejo con la palabra en la boca mientras regreso al baño a ver si puedo arreglar el desastre. No hay secador de manos, así que tengo que quitarme la camiseta y escurrirla, y aun así sigue empapada. Para colmo de males, creo que me he puesto la más ajustada que tengo, se adivina perfectamente el sujetador de encaje negro.
Salgo del baño y está esperando afuera.
—No me has dejado disculparme.
A pesar de sus palabras, tiene un aire de autoconfianza que hace que suenen como "ha sido culpa tuya". Lo cierto es que es bastante guapo, y las Barbies me están mirando de reojo. El típico macho Alfa, lo que me faltaba...
—No te molestes, tus disculpas no van a secar mi camiseta.
Decide ignorar mi tono francamente borde.
—Me llamo Rafa, ¿y tú?
—Yo no.
Me doy la vuelta y me voy, con una sonrisa perversa en la cara. Mis amigas se sorprenden de que pueda dar ese tipo de contestaciones, pero es lo más efectivo para quitarse de encima a los pesados.
Vuelvo con las chicas y les tengo que explicar lo de mi camiseta mojada. Se escandalizan cuando menciono el corte que le he pegado.
—Pues si es ese que viene para acá, no te ha servido para quitártelo de encima —me susurra Ana.
No me lo puedo creer, y me niego a mirar, pero no me queda más remedio que darme la vuelta cuando me pone la mano en la cintura y se pega literalmente a mi espalda.
—¿Siempre eres tan peleona?
—A veces más. Y por cierto, estas invadiendo mi espacio.
—Ni te imaginas de qué manera me gustaría invadir tu espacio.
Por una vez, me quedo sin palabras, y no es algo que suela pasarme. Entonces añade:
—¿Qué estás tomando? Al menos déjame que te invite a una copa, por la que te he tirado.
Mira con descaro mi camiseta y siento que se me suben los colores.
—No, gracias.
Cuando hago amago de darme la vuelta, me coge la cara con las manos y me besa sin darme tiempo a reaccionar.
Me aparto y levanto la mano con claras intenciones de darle un buen bofetón. Me sujeta a tiempo la muñeca, relamiéndose los labios.
—Malibú con piña, ¿no? Ahora vuelvo.
Se va hacia la barra y me quedo en shock. Pero, ¿esto qué es? Este tío me está rompiendo todos los esquemas. Ese beso ha hecho subir mi temperatura varios grados... Sabe a tabaco y a ¿ron?
Mis amigas están igual de alucinadas que yo, o casi.
—¿Qué ha pasado? —me pregunta Ana con los ojos como platos.
—Que me ha metido la lengua hasta la yugular.
—Ese quiere meterse en tus bragas —se ríe Inés—,  y no está nada mal.
Levanto la cara con una pose orgullosa. Solo me faltaba escuchar eso.
—Pues la lleva clara... No es mi tipo.
—¡Y una mierda! Lo que pasa es que te jode que te esté aguantando el pulso de esa manera. Tiene tanto carácter como tú, por lo que se ve.
Es posible. La verdad es que mi imagen de borde es más fachada que otra cosa. Supongo que la mayor parte del tiempo solo intento protegerme.
—Aquí tienes, Malibú con piña.
Está de vuelta, con cara de no haber roto un plato en su vida. A estas alturas no sé muy bien cómo reaccionar, pero le cojo la copa.
—Vale, pues gracias..., Rafa. Supongo que estás disculpado. —Ignoro a mi cerebro que me dice que aún le debo un bofetón por besarme con ese descaro.
—Si no te importa, me quedo un rato. Estoy en la ciudad por trabajo, y la conversación en el grupo con el que he venido no es muy interesante.
Le sonrío con malicia. Aún estoy tratando de decidir si me deshago de él o no.
—¿Y por qué crees que aquí vas a encontrar conversación más interesante?
Se acerca un poco más a mí, y mi pulso se dispara.
—Porque tú me pareces muy interesante.
Parece notar que su proximidad me hace ponerme a la defensiva y me da un poco de espacio. Lo cierto es que, a pesar de la poca conversación que se puede tener en un pub abarrotado, parece un tipo inteligente y divertido. Tiene una sonrisa seductora, y lo sabe. Y se mueve con la gracia de una pantera. Es un depredador, se le nota. Con el claro inconveniente de que yo odio sentirme una presa.
Se va moviendo mientras hablamos y cuando me doy cuenta me tiene medio arrinconada contra la pared. Y las cabronas de mis amigas se están divirtiendo de lo lindo.
Apoya la mano en la pared a mi espalda. Está tan cerca que, en un momento en que se inclina para hablarme casi al oído, su pecho roza mis pezones sobre mi camiseta húmeda. Inmediatamente reaccionan enviando un estremecimiento hasta mi entrepierna, que se contrae y se humedece, ajena a mi voluntad. Tomo un trago de mi vaso, tratando de poner distancia entre él y yo. Me afecta demasiado.
—¿Puedo probar un poco?
Su voz suena grave y profunda, seductora. Le ofrezco el vaso, pero ni siquiera hace intención de cogerlo. Su boca atrapa la mía y saborea la bebida en mi lengua, explorando a su antojo mientras yo no tengo fuerza de voluntad para apartarlo ni resistirme. La mano que tenía apoyada en la pared viaja hasta mi nuca y sujeta mi cabeza agarrándome del pelo, mientras su otra mano se apoya en mi cintura levantando ligeramente la camiseta y rozando mi piel. Luego baja hasta mi culo y me aprieta contra él. Yo consigo sujetar el vaso a duras penas, y sin pensarlo, apoyo la otra mano en su cadera. Casi me clava contra la pared, y noto su erección presionando contra mi vientre.
—¡Eh, vosotros! ¿Por qué no os conseguís una habitación?
Rafa me suelta la boca tirando de mi labio con lascivia. Cuando me entere de cuál de mis amigas ha soltado esa "gracia", le cortaré la lengua, por bocazas. Él susurra provocativamente:
—De hecho, tengo una habitación. Mi hotel está a dos manzanas.
Recupero buena parte de mi cordura casi al instante, y consigo contestarle con cierta seguridad:
—No cuentes con ello. De aquí me voy directa a casa. Sola.
—Ya veremos. Aún tengo tiempo de convencerte. Desde que me llamaste imbécil no puedo pensar en nada más que en follarte hasta dejarte exhausta.
Mi pulso se dispara y mi cuerpo se enciende contra mi voluntad, pero no puedo hacerlo. No puedo irme con él. Nunca me he acostado con un desconocido y no va a ser hoy el día.
Clava sus ojos en los míos y me dice en un tono despreocupado:
—Voy al baño. No te muevas de aquí, ahora vuelvo.
Ni que me hubiera leído el pensamiento. Apenas ha hecho medio camino hacia el baño, me acerco a mis amigas y les digo que me voy. Ahora, antes de que haga algo de lo que estoy segura de que me arrepentiré mañana.
Hasta nunca, Rafa. Lo siento, pero hoy no es tu noche.

(Continuará...)


2 comentarios:

  1. Muy interesante Lucía.Me ha gustado la frase "Me llamo Rafa ¿y tu? "Yo no" jajaja. Mucha suerte guapi!
    Un besote

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    Respuestas
    1. Gracias, Jessica. Y por cierto, la frase es mía, literalmente. No recuerdo cómo se llamaba el sujeto en cuestión (obviamente no era Rafa) pero la usé en cierta ocasión hace mucho tiempo. Salió despavorido... jajaja.

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