lunes, 31 de marzo de 2014

Lecturas del mes (marzo 2014)

Marzo me ha cundido poquísimo. En cuanto a lecturas, quiero decir. Como sabréis, y si no lo sabéis pues ya os lo digo yo, el 21 de este mes veía la luz en Amazon mi primera novela autopublicada, "Empujones del destino". Contarla como lectura del mes me parece echarle un poco de morro (jajajajaja), así que lo voy a dejar en tres. Pero eso sí, tres libros que me han gustado un montón.

SEMPRE LIBERA, de Lucinda Gray


Una historia preciosa, en un contexto nuevo para mí (creo que es lo primero que leo ambientado en la época romana), bien documentado y con personajes fuertes e intensos, como a mí me gustan. Me he sumergido de cabeza en la trama y la he disfrutado muchísimo. Es muy ameno y engancha de principio a fin. Absolutamente recomendable.

REGÁLAME PARÍS, de Olivia Ardey


Me lo recomendaron tanto que estaba casi segura de que me gustaría, pero es que me ha encantado. Yo no sé si la gente que no conoce París siente lo mismo al leerlo, pero yo he estado tres veces y cada página que leía me trasladaba allí por un momento. Y hasta diría que la he visto con otros ojos, y más brillante si cabe de lo que la recordaba. El estilo de Olivia Ardey es ameno, ágil, muy divertido (en algunas escenas me faltó poco para llorar de risa), y con sentimientos tan bien descritos que te pones en la piel del personaje sin ningún problema. Me encantó Yolanda, y me enamoré de Patrick. Y quien no lo haya leído, ya está tardando.

MI BESTIA, de Laura Nuño.


Ya sabía yo que Leo me iba a gustar. No tenía ninguna duda, vamos. "Mi Custodio" fue todo un descubrimiento, y tanto Ronan como Alba me sorprendieron y me engancharon con facilidad. Me encanta el estilo de Laura, con ese lenguaje tan llano, tan directo, como la vida misma. Y tan divertido, que eso también. Y sin duda, de todos los personajes del primer libro de la saga, el que más me gustó fue Leo.
Me lo he pasado pipa leyéndolo. Qué animalico es el pobre, jajajaja... pero al mismo tiempo es como un gatito. Hubo un momento en que casi lloré, y eso que yo no soy de lágrima fácil. Pero vamos, que me ha encantado y ya estoy contando los días para saber qué hay de Dru...

En fin, y ahora a ver si en abril aprovecho un poco más el tiempo, que mi lista de lecturas pendientes es interminable...
Voy a empezar por "Invocada (El altar del pecado)" de Nora Howard, que hace tiempo que lo tengo pendiente y me apetece bastante. El mes que viene os cuento qué tal.

lunes, 24 de marzo de 2014

Un aperitivo de "Empujones del destino"

Estoy encantada porque mi novela lleva apenas cuatro días a la venta y está teniendo una acogida muy buena. No obstante, para todos aquellos que no habéis leído aún "Empujones del destino", he pensado que una buena forma de animaros a hacerlo es poner aquí mismo un aperitivo. ¿Queréis echarle un vistazo? Pues adelante.

****************************************


****************************************

CAPÍTULO 1.
—¡Nadia, ven a ver la terraza, es una pasada! ¡Y mira qué vistas!
Acabo de acudir a la llamada de mi amiga Ruth, que está apoyada en la barandilla de la terraza de la habitación de nuestro hotel, cuando nos sorprende una voz de hombre grave y profunda, con un deje inequívocamente golfo.
—Tú sí que eres una pasada, preciosa. Y acabas de mejorar exponencialmente el paisaje.
Las dos nos giramos a un tiempo hacia la terraza contigua y vemos a un tipo apoyado también en la barandilla. No es mucho mayor que nosotras, probablemente no llegue a los treinta. Ruth lo mira de medio lado con esa sonrisa provocadora que consigue que se meta a los hombres en el bolsillo sin ningún esfuerzo adicional. Le gusta. Y no la culpo, la verdad, el chico tiene un cuerpazo. Es alto y fibroso, con la piel bronceada y unos ojos aguamarina espectaculares. Lleva el pelo rubio corto, casi al estilo militar, va sin camiseta y tiene algunos tatuajes en los brazos.
—Vaya… Hola, vecino.
—¿Acabáis de llegar, no? Porque no recuerdo haberte visto antes…
Ruth le sigue sonriendo.
—Te acordarías, guapo. Me llamo Ruth, y ella es Nadia.
—Daniel. Y aquel que está dormido bajo esa revista es Harry.
Tanto Ruth como yo estiramos el cuello para ver al susodicho. Es inútil, tal y como ha dicho Daniel, está dormido y oculto por una revista de informática.
—Un placer. Nos vemos por ahí —le dice Ruth con desparpajo. Y sin más, me empuja hacia el interior y cierra la puerta de la terraza.
—Joder con el vecinito… ¡Está bueno que se rompe! —dice nada más entrar.
—¿Y por qué no has hablado un poco más con él?
—Porque yo no soy una chica fácil, ¿qué te crees? Y no hemos hecho más que llegar, prefiero ver un poco más la mercancía antes de quedarme con el primero que me encuentro.
Nos reímos las dos al mismo tiempo. Ruth no es una chica fácil, no, es la que elige la presa y se la lleva de calle en cuanto chasquea los dedos en su dirección.
Si Daniel le gusta, no necesita invertir más tiempo en él, le bastará una mirada y esta misma noche lo tendrá ladrando a la puerta como un perrito.
Deshacemos las maletas y nos duchamos antes de arreglarnos para cenar. Esta semana en Mallorca es un premio para ambas después de haber trabajado durante todo el año. Además, después de dos meses, por fin siento que he superado el duelo después de romper con Miguel, y estoy lista para divertirme. Y desde luego las dos pretendemos divertirnos de lo lindo.
Bajamos al restaurante del hotel y echamos un vistazo al buffet. Todo tiene una pinta increíble.
—Nena, ya podemos andarnos con cuidado o estas vacaciones nos costarán una talla más —bromea Ruth.
—Pues ya sabes lo que tienes que hacer... —le digo sonriendo.
—¿Follar mucho para quemar calorías? —se burla ella.
—¡No, bruta, tener cuidado de no cebarte!
Nos partimos de la risa y nos servimos los platos. Cenamos entre charlas y bromas, y tras el postre, subimos a la habitación a coger los bolsos para irnos de marcha.
—Podíamos encontrarnos al vecino buenorro ¿no crees? —me dice Ruth.
—Seguramente saldrán por ahí. Igual tienes suerte y te lo encuentras.
—¿Perdona? Querrás decir que igual él tiene suerte y nos vemos por ahí... Que vale, reconozco que es muy mono, pero tampoco me interesa tanto...
Esta Ruth es de lo que no hay. Me río descaradamente de ella y su forma de hacerse la interesante.
—Vengaaaa... que te conozco. Te gusta. Y oye, que está muy bueno, las cosas como son. ¿Serán ingleses? Ha dicho que su amigo se llamaba Harry...
—Pero ha pronunciado "Daniel" en español. Parecía que tenía algo de acento, pero como para ser inglés no... Puede que su amigo lo sea. Igual él es español y vive allí. O igual son hijos de ingleses pero viven en España...
—Chica, para lo poco que dices que te interesa estás barajando todas las posibilidades sobre su origen —me burlo.
Salimos del hotel y nos dejamos llevar por la música y la diversión hasta bien entrada la noche. Regresamos agotadas de bailar y reír, pero con la moral por las nubes. A pesar de no haber visto a nuestros vecinos de habitación, nos han llovido los ligues. O al menos las ocasiones, porque ninguno de los candidatos nos interesaba lo suficiente como para pasar de bailes, copas y risas. Al fin y al cabo, nosotras no nos vamos con el primero que se pone a tiro.
Por la mañana aún nos levantamos a tiempo para desayunar e irnos a la playa. Comemos en un chiringuito y dormimos una buena siesta bajo la sombrilla para compensar las horas de sueño que le hemos robado a la noche anterior. Nos bañamos, tomamos el sol un rato más y después regresamos al hotel para ducharnos antes de la cena. Mientras Ruth se ducha, me asomo a la terraza, arrastrada por la curiosidad, pero aparentemente los vecinos no están en la habitación. Ni siquiera se ve luz.
Nos tomamos con más calma la segunda noche, aunque acabamos en un bar latino bailando como locas. Ruth dedica un rato a tontear con un chico cubano pero aparentemente tampoco le interesa lo suficiente como para pasar de unos besos y algo de roce. Menos mal, porque yo tampoco he encontrado nadie que me interese y no me apetece irme sola al hotel.

Al siguiente día nos levantamos también para desayunar y bajamos a la piscina. Tiene una amplia zona de hamacas y el agua está a la temperatura perfecta. Tomamos el sol, nos bañamos y nos tumbamos de nuevo en las hamacas otro rato, hasta la hora de comer. Entonces subimos las cosas a la habitación y decidimos acercarnos a un restaurante chino que hemos visto en las proximidades del hotel. Nos encanta la comida china, y además es estupenda, así que la disfrutamos como niñas. Después nos tomamos un café en una terraza cercana y regresamos al hotel.
Mientras me lavo los dientes, Ruth sale a la terraza para ver si la piscina está muy llena. La oigo hablar con alguien y me acerco. Me puede la curiosidad. Reconozco enseguida la voz de Daniel.
—Hola preciosa. Me alegro de volver a verte. ¿Dónde te has metido que no nos hemos encontrado por ahí?
Oigo como Ruth le responde.
—Soy una chica ocupada.
—¿Y qué planes tienes para las próximas horas?
—Bajarme a la piscina con mi amiga.
—¡Qué casualidad! Lo mismo que estábamos pensando hacer nosotros.
—Pues mira, igual entonces nos encontramos —le dice ella haciéndose la interesante. Y acto seguido la veo entrar diciéndole por encima del hombro:
—Hasta luego, rubito.
Me mira con los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja.
—Venga, vámonos a la piscina. Los inglesitos bajan ahora.
—¿Los inglesitos?
—Bueno, los vecinos, ya sabes. Acabo de hablar con Daniel.
—Ya te he oído, loca. Te estás poniendo en “modo caza”, que te veo.
—Es más que probable —se ríe ella—.  Por el momento voy a ponerme el bikini blanco, que me queda de muerte.
A pesar de las prisas, tardamos veinte minutos en bajar a la piscina. Me lo estoy pasando genial viendo a Ruth preparar toda la artillería pesada para ligarse al vecinito cañón. Se ha puesto su mejor bikini con una minifalda vaquera y un top minúsculo que deja al descubierto su vientre plano y perfecto. Como si no fuera a enseñar ya casi todo con el bikini. Yo opto por un vestido playero, fresco y cómodo. Para lo que me va a durar puesto, no necesito complicarme más.
Apenas hemos dado dos pasos en el área de la piscina cuando oímos una voz inconfundible que nos llama.
—¡Eh, preciosas, aquí!
Ruth mira hacia Daniel, que nos hace señas con la mano. Sonríe y me susurra.
—¡Joder! ¿Has visto a su amigo? ¡Si parece un modelo de pasarela!
Miro con atención al otro chico. Para llamarse Harry no parece muy británico. Es moreno y con el pelo oscuro.
Cuando nos acercamos más el chico se quita las gafas de sol, y nos descubre unos impresionantes ojos azules.
Y me resulta extrañamente familiar.
Daniel nos señala dos hamacas contiguas y nos dice con una amplia sonrisa:
—Para que veáis. Os hemos reservado sitio y todo.
Ruth le responde con una sonrisa burlona.
—¿Y quién dice que tengamos intenciones de quedarnos aquí con vosotros?
Él no pierde la sonrisa.
—Podéis intentar buscar otras hamacas libres, si queréis...
Miro alrededor y compruebo que no queda ni una más.
Ruth deja su bolsa sobre una de las hamacas y se quita el top y la falda. Yo la imitó sonriendo. Daniel no le quita ojo.
—De acuerdo, guaperas, nos quedamos
Se vuelve hacia el chico moreno y le pregunta con una sonrisa:
—Tú eras el que dormitaba bajo la revista, ¿no?
Él se pasa la mano por el pelo sonriendo con aparente timidez.
—Ese era yo. Tú debes de ser Ruth.
—La misma.
El chico me mira entonces a mí con curiosidad.
—¿Y tú eres...?
—Nadia.
—¡Nadia! Bonito nombre.
—Gracias.
—¿Por Nadia Comanecci?
Parpadeo varias veces, sorprendida.
—Pues sí...
Él frunce el ceño y me mira con más atención.
—¿Quién te lo puso?
—¿Perdona?
—Que quién eligió tu nombre, si no es indiscreción...
Me encojo de hombros, sin saber muy bien a qué viene la pregunta.
—Mi padre. Se traga todos los acontecimientos deportivos que dan por la tele, desde los mundiales de cualquier disciplina hasta las Olimpiadas, pasando por la liga, el Roland Garros, la Vuelta, el Tour...
—Ya, y si hubieras sido un chico te llamarías Björn, y te pasarías la vida explicando que te lo pusieron por Björn Borg, el tenista...
Ahí sí que me quedo muerta.
—¿Y tú cómo sabes eso?
Daniel y Ruth se miran alucinados.
—¿No me recuerdas? Yo te conozco.
—Él dijo que te llamabas Harry. Yo no conozco a nadie con ese nombre.
—Me llamo Samuel, Samuel Harrison. Mis amigos a veces me llaman Harry. ¿Sabes ahora quién soy?
Me deja literalmente boquiabierta. No es posible. Samuel ve mi cara y sonríe.
—Claro que sabes quién soy. Anda que no he corrido veces detrás de ti.
—¡Samuel! ¿Tú eres Samuel? ¡Pero si hace como veinte años que no te veo!
Ruth se cansa de pasar la vista de uno a otro como si estuviera viendo ping-pong y decide intervenir.
—Vale, vale, vale... ¿Me puedes aclarar qué pasa aquí? ¿En serio os conocéis? ¿Y de qué, si puede saberse?
Es Samuel quien le responde, divertido y al parecer disfrutando de mi cara de asombro.
—Nadia y yo fuimos vecinos, vivimos puerta con puerta hasta que mi familia se mudó a Londres cuando yo tenía diez años.
—¿Y cuántos tenías tú entonces? —me pregunta mi amiga.
—Seis —le respondo sin dudar—. Samuel me lleva cuatro. Mi hermana y yo nos pasábamos tardes enteras en su casa, y ellos en la nuestra.
—¿Qué es de tu hermana Sole? —me pregunta él entonces.
—Está casada y tiene una niña preciosa.
—¿Seguís viviendo en Madrid?
—Sí, ¿y tú?
—Yo he pasado por Londres, Roma, Oporto, otra vez Londres... Ahora vivo allí.
—¿Y tus hermanos?
Ruth vuelve a interrumpirnos.
—Anda, Nadia, siéntate y poneos al día, que se ve que tenéis mucho que contaros. Yo me voy a bañar, ¿vale?
—Te acompaño, preciosa —le dice Daniel con su sonrisa pícara—. Ponte aquí si quieres, Nadia.
Retira la toalla de la hamaca contigua a la de Samuel y la pone en la siguiente, y después sigue a Ruth al agua, dejándonos solos.
Miro a Samuel otra vez. Es increíble que sea él. Lo recuerdo como un niño alto y bastante guapo, pero bien mirado, ahora es un hombre espectacular. Echo la toalla sobre la hamaca que me ha dejado Daniel y me siento a su lado. Trato de esforzarme en recordar en qué punto nos han interrumpido y por fin lo recuerdo.
—Te preguntaba por tus hermanos.
—Mis hermanos, sí... Pues a ver, Annabel vive en Roma. Se casó con un italiano y tiene dos niños. Elías vive también en Londres, como yo. Se casó, pero ahora está divorciado. También tiene una niña. Y Soraya lleva algo más de un año viviendo en Ibiza.
—¿En serio? Me acuerdo mucho de ella, jugábamos mucho juntas.
—Pero jugabas más conmigo.
Le sonrío al recordarlo. Es cierto. Aunque Soraya era de mi misma edad, y a menudo jugaba con Sole y conmigo, yo siempre prefería jugar con Samuel. La pequeña de los Harrison era una niña bastante torpe y muy femenina, y sin embargo yo era bastante chicazo. Me encantaba correr, subirme a los sitios más insospechados y jugar con juguetes de chico, desde soldados de plástico hasta coches y camiones, pasando por supuesto por el balón. Para Samuel creo que era casi como un hermano pequeño, ya que su hermano Elías le llevaba seis años y era ya un adolescente muy poco interesado en jugar con su hermano menor. Soraya sólo jugaba con muñecas, así que él era mi compañero de juegos. Los ratos que pasábamos juntos constituyen algunos de los mejores recuerdos de mi infancia, y seguro que también de la suya. Y ahora estamos aquí, juntos, en el mismo hotel de Mallorca. Y nos hemos encontrado veinte años después de habernos visto por última vez porque nos han tocado habitaciones contiguas. ¡Quién lo iba a decir! Curiosidades del destino.
Seguimos un rato charlando, recordando nuestros juegos de la infancia y la gente con la que ambos crecimos hasta el día en que él se marchó. Samuel me cuenta que su padre murió hace ya diez años. Su madre tardó mucho en recuperarse, porque eran una pareja muy unida. Cuando Soraya, la pequeña de los cuatro hermanos, se fue a la universidad, la señora María decidió regresar a Portugal, donde vive su hermana, y allí sigue viviendo aún.
Samuel tiene una curiosa mezcla de nacionalidades. Su padre era británico de madre italiana, y su madre portuguesa de madre española. Me cuenta que tras dejar España, en todos estos años su familia ha vivido en el Reino Unido, Italia y Portugal. Por supuesto habla con fluidez los cuatro idiomas y gracias a eso, trabaja en una academia como profesor.
Yo le cuento que mis padres siguen viviendo en Madrid, y en la misma casa de siempre. Sole vive cerca de ellos, y le echan a menudo una mano con mi sobrina, Candela, que tiene cuatro años. Samuel se ríe al contarme que recuerda a Sole como una niña sabihonda y mandona que, no obstante, hacía buenas migas con su hermana Soraya.
En cambio yo me entendía mejor con él.
Ni siquiera nos damos cuenta de que Daniel y Ruth han salido de la piscina y se han tumbado en las hamacas junto a nosotros. Nos pasamos la tarde charlando y sólo cuando la gente empieza a marcharse, vemos que se nos ha pasado el tiempo volando.
—Bueno ¿qué? —pregunta Ruth—. ¿Nos vamos? Porque si os dejamos podéis seguir hablando toda la noche, por lo que se ve.
Daniel se ríe.
—Tío, no te había visto hablar tanto en mi vida. Podemos cenar y salir por ahí juntos, si queréis, así podéis seguir hablando todo lo que os apetezca.
A Ruth le encanta la idea y subimos a las habitaciones a ducharnos y cambiarnos para la cena. Quedamos media hora más tarde para bajar a cenar al restaurante del hotel y el resto de la noche ya veremos cómo van saliendo las cosas.
Ruth está casi más emocionada que yo, que ya es decir.
—¡Joder con tu vecinito, está buenísimo!
—Ya era guapo de pequeño —le digo sonriendo.
—Pero seguro que no tenía ese cuerpazo. Madre de Dios... Si tiene un torso que parece cincelado en piedra...
—¿Y Daniel qué? Porque tampoco está mal, ¿no?
La sonrisa de Ruth la delata.
—Daniel cae como que yo me llamo Ruth, nena. Además de estar tremendo es divertido, descarado, simpático... Perfecto para un rollo de verano.
—La verdad es que es absolutamente tu tipo.
—Sí que lo es —se ríe ella.
Nos duchamos y nos vestimos tan rápido como podemos, porque no queremos hacer esperar a los chicos. Ruth se pone unos shorts blancos con un top negro y sandalias negras de tacón, y yo una minifalda azul de punto con una camiseta negra de brillos, y también mis sandalias altas de cuña. Ella se maquilla poco pero a conciencia, resaltando sus ojos oscuros. Cada detalle de su atuendo está pensado para que Daniel no pueda quitarle el ojo de encima en toda la noche. Yo me arreglo pero tampoco me vuelvo loca, vamos. No pretendo cazar a Samuel.
Salimos al pasillo a la vez que ellos. Daniel lleva vaqueros y una camiseta azul. Samuel también vaqueros, aunque más oscuros, y una sencilla camiseta blanca. Y está espectacular, parece mentira.
Bajamos al restaurante y nos sentamos los cuatro en una mesa. La verdad es que nos divertimos cenando con ellos. Daniel es un provocador nato, y Ruth le sigue el juego encantada. Consigue sacarle que es hijo de españoles afincados en Londres, creo que la única opción que no habíamos contemplado. Samuel y él fueron compañeros de colegio y aún siguen siendo amigos.
Cuando acabamos de cenar, los chicos proponen coger un taxi e irnos al centro de Palma. A nosotras nos parece bien mientras empecemos por un café, si no, no funcionamos igual. Nos llevan a unos sitios increíbles. El que más me gusta es un bar donde al parecer todas las noches hay actuaciones en vivo, especialmente de grupos de rock. Los de hoy son muy buenos, la verdad. Parece que a los cuatro nos gusta más o menos el mismo tipo de música. Pero después resulta que aterrizamos en un Karaoke. Aunque habría apostado un brazo a que estos dos no cantan si no están borrachos perdidos, me sorprenden por completo. Me muero de risa viendo cantar a Ruth con Daniel "Como un lobo" de Miguel Bosé y Bimba Bosé. Lo cierto es que les queda genial, y la viven. Este no se escapa, lo que yo decía.
Están a punto de terminar y yo todavía me estoy riendo cuando Samuel se acerca a mi oído y me pregunta si conozco "Don´t go breaking my heart" de Elton John.
—Sí, claro. ¿Por qué?
—Porque es la que vamos a cantar tú y yo.
Todavía no he conseguido cerrar la boca cuando me coge de la mano y me arrastra al escenario. ¡Qué vergüenza, por favor! Hace siglos que no canto en un karaoke, pero él empieza a cantar y se me olvida el resto de la gente. Me dejo llevar y me lo paso bomba cantando con él.
Tras una noche de lo más completa, en la que por supuesto acabamos en una discoteca donde Ruth y Daniel empiezan a restregarse descaradamente el uno contra el otro, por mucho que ellos lo llamen bailar, la parejita se decide a sincerarse con nosotros. Daniel se acerca a Samuel mientras Ruth me arrastra al baño.
Me mira con ojitos de cordero degollado y luego me dice lo que llevo rato esperando oír.
—Nadia... Quiero pasar la noche con Daniel.
—¿No me digas? —me burlo—. Pues no se te nota nada...
—No seas mala... ¿Samuel y tú no pensáis pasar a mayores? Ya me entiendes.
El pulso se me acelera. Estoy muy a gusto con él, es guapo para morirse y parece que haya sido mi vecino hasta ayer mismo y no hasta hace veinte años, pero no sé si es buena idea enrollarme con él.
Ruth no espera a que le responda.
—Venga, si no te lo quieres tirar, por lo menos quédate con él y déjame dormir con Daniel, total, estamos en la habitación de al lado, y además, es más que probable que vosotros dos os paséis la noche hablando de cuando erais pequeños. Es lo que habéis hecho casi todo el tiempo desde que os habéis reencontrado.
—¿Y si él tiene otros planes?
—¿Qué planes, acostarse contigo?
—No, idiota, no creo que él esté pensando en eso tampoco. Quiero decir que quizás le apetece buscarse otro ligue por ahí.
—No seas boba, si lleva toda la noche pegado a ti como una lapa. Si quieres sexo, no me cabe duda de que te lo dará encantado, y si quieres charla, se pasará la noche en vela hablando contigo.
—Mira que eres lianta...
Cuando salimos, Samuel viene hacia mi completamente serio.
—Nadia, si quieres me bajo a dormir a la playa, no tengo inconveniente en dejarte la habitación para ti sola si te incomoda compartirla conmigo.
—Sí, hombre, lo que faltaba. Como si fuera a echarte de tu cuarto porque estos dos estén con el calentón subido...
—También puedo quedarme en la terraza. O podemos quedarnos los dos hablando hasta dormirnos, o hasta que se haga de día.
Le sonrío sin reservas. Me encantaría charlar con él todo lo que queda de noche.
—Pues venga, hecho. Vamos a coger un taxi y al hotel, que en cuanto nos descuidemos, nos pilla el amanecer —dice Daniel riendo y estrechando a Ruth contra él.
Samuel los mira y me sonríe, y ahora ya no estoy muy segura de cómo acabará esta noche.

***************************************************

¿Qué? ¿Te apetece leer un poco más? Pues AQUÍ puedes conseguirlo. ¿Lo has leído ya? Cuéntame qué te pareció.
Y, por supuesto, ¡gracias por pasarte por aquí! 

viernes, 21 de marzo de 2014

Mi primera criatura: Empujones del destino.

Después de tres meses preparándolo, por fin puedo presentaros a mi primera criatura:


No es la primera novela que escribí, pero es la primera que he decidido publicar en Amazon. Yo solita. Bueno, algún consejillo he recibido, pero vamos, que estoy muy contenta y muy orgullosa de que mi pequeñín eche a andar.

Aquí tenéis la SINOPSIS:
Durante unas vacaciones en un hotel de Mallorca, Nadia y su amiga Ruth conocen a dos chicos que ocupan la habitación contigua: Samuel y Daniel. Para sorpresa de las chicas, uno de ellos, Samuel, resulta ser un vecino y amigo de la infancia de Nadia. Pero las cosas se complican y al finalizar esas vacaciones, él la ha herido y decepcionado de tal manera que cree que nunca podrá perdonarlo. 
Pero el destino se empeña en volver a cruzar sus caminos, y pronto se reencuentran de nuevo. Y por mucho que ambos estén resentidos y luchen contra la atracción que sienten el uno por el otro, las casualidades se suceden y finalmente se encuentran metidos en una relación que ni siquiera saben cómo enfocar. El carácter rencoroso de Nadia y su miedo a ser herida de nuevo amenaza con dar al traste con la frágil estabilidad de esa relación. Samuel se esfuerza, sin aparentes resultados, en demostrarle que está equivocada con él. Y cuando el destino decide dar una vuelta de tuerca más, añadiendo nuevos problemas a la ya de por sí precaria confianza entre ellos, Nadia ve como todos sus miedos le estallan en la cara. ¿Podrá perdonar a Samuel y confiar en él de una vez por todas? 

Por si hay dudas, el género es romántica para adultos, o romántica-erótica. En la línea de los relatos que he estado publicando en el blog hasta ahora, vamos. 
Y ahora que sabéis ya lo fundamental, por supuesto, me encantaría que la leyerais y me contarais qué os parece. 
Os dejo los enlace por si alguien se anima:

Y como siempre, gracias por pasaros por aquí.

domingo, 9 de marzo de 2014

Doce maneras de enamorarse (VIII) - Locuras de verano


Mi padre acaba de aparcar el coche frente a la casa de mi abuelo, y veo que mis tíos ya nos están esperando, como cada verano. Llegaron la semana pasada, junto con mis primos, Isa y Miguel. Nos ayudan a llevar las maletas al interior y mi tía empieza con el interrogatorio de siempre. Que si no me parece que estoy demasiado delgada, que si acabé por fin la carrera, que si he vuelto o no con aquel novio tan majo que tenía...
Pues no, no he vuelto con Matías, y después de todo, creo que es lo mejor. No me llenaba.
Me cambio de ropa y me escapo a buscar a mis amigas. Mi tía ha dicho que seguramente estarán en la plaza, pero por si acaso llamo a mi prima para que me lo confirme. En cuanto alcanzo a ver el bar de Lolo las localizo. Me hacen señas desde la terraza y se levantan para abrazarme. A mi prima la vi en Semana Santa, pero a Paulina y a Gloria no las veía desde el verano pasado. Es lo que tiene vivir cada una en una punta de la península, que sólo nos vemos en verano. Me siento con ellas y pregunto por el resto. Julia todavía no ha llegado y Paqui no viene este año porque está trabajando y no le dan vacaciones. Isa me mira con malicia y me dice con retintín:
—¿No vas a preguntar por Óscar?
Sonrío y miro alrededor rápidamente, pero ninguno de los chicos está a la vista.
—¿Ha venido?
—Sí, llegó hace un par de días.
—¿Y qué tal está?
—Tan macizo como siempre —contesta Paulina con descaro, provocando que las demás se echen a reír. Le doy un codazo y me río con ellas.
—No esperaba menos de él, pero en serio, este año no.
Se me quedan las tres mirando como si acabara de hablar en arameo.
—Pero... ¿estás con alguien? —me pregunta por fin Gloria.
—No.
—¿Entonces?
Suspiro de pura frustración. Así no hay quien haga propósito de enmienda.
...

*Esto es solo un fragmento del relato completo. "Locuras de verano" ha sido incluido en el libro "Doce maneras de enamorarse", publicado en Amazon y disponible para su compra AQUÍ.